Orlando Viera-Blanco: Eso no es tuyo, mi pana…

Orlando Viera-Blanco: Eso no es tuyo, mi pana…

Los graves acontecimientos que registra el país nos obligan a meterle la lupa a nuestras reacciones -individuales y colectivas- gobierneras u opositoras. En el país se ha sembrado una profunda confusión que desdice de nuestra identidad y gentilicio como nación. Y en medio de la barbarie, la inseguridad y la inflación, se suma la exacerbación de otra variable: nuestra potenciada desconfianza grupal.

¿Merecemos los venezolanos tildarnos de vándalos o ladrones? ¿Somos una sociedad, como diríamos en cualquier tertulia, echada a perder? ¿Se valida la tesis de Herrera Luque sobre la esencialidad estéril y criminal de nuestro plasma originario, invadido desde la conquista por delincuentes paranoides, que vinieron a tierra de gracia a mezclarse con nuestros nativos, acabando con su congénita pureza y espiritualidad? Juicios o percepciones a lo menos difusas, de cara al pandemónium desatado y tristemente avalado por un discurso instigador e irresponsable desde las filas del poder. ¿Somos los venezolanos realmente una sociedad de vocación criminal, corrupta y desarraigada, que nos permite concluir que a este pueblo se lo llevó quien lo trajo?

No confundamos la conducta de las masas en situaciones de caos, desorden o apremio, con nuestra cultura política y ciudadana. No desmontemos impulsivamente nuestras reservas democráticas y cívicas (que las tenemos y son mayoría), por actitudes inducidas y favorecidas desde el poder. No por casualidad todo proceso de humanización y recuperación de espacios de convivencia, comienza con la recomposición urbana. Ciudades como NY, Medellín o Bogotá, otrora invadidas de caos, suciedad, delincuencia y violencia, fueron objeto de un proyecto de rescate ciudadano partiendo de la concientización y armonización urbana. En otras palabras, en un medio ambiente sin autoridad, por lo cual no hay vigilancia, justicia ni sanción; hostil, sucio, sombrío y abandonado, en el cual la  “ley” es la del más fuerte y donde se sobrevive en un estado continuo de ansiedad, necesidad y agobio, la conducta del receptor, será igualmente hostil, tensa y eventualmente violenta. No se trata de ser neoyorquino, paisa, cachaco o caraqueño. Es propio de la naturaleza humana defenderse de la agresión, el miedo o la desesperación. No intento justificar el vandalismo, pero si quiero comprender que los hechos tienen una causalidad que va más allá de la venezolanidad.





Vale la pena recordar nuestra conducta en el Metro de Caracas al tiempo de su inauguración y por muchos años. Hoy colapsado, sobre-utilizado, descuidado y relajado en términos de manejo y uso, el metro se ha convertido en un sálvese quien pueda, los ciudadanos se aferran a sus carteras y se persignan al abrir y cerrar de puertas. Entonces, ¿así somos? Evidentemente no. Es producto de un primitivismo y salvajismo sembrado por un dejar, un hacer y dejar pasar, impune. Una política de Estado que consiste en el desmontaje del orden y la ley, donde sólo vale la actitud revolucionaria, es decir, la que me venga en ganas, si visto de rojo. El resto que “se adapte” o si no que se dé de baja. Anclados en un “ideal” becerril, se concibe una mejor obediencia y control, que no es más que el chantaje de aterrorizar al otro con la agitación de las masas. El resultado es una sociedad apocada, pusilánime y acorralada, de lado y lado. Y se les revertirá…

Aplaudo las declaraciones de Leopoldo López (Entrevista/Roberto Giusti-El Universal 10-11-13). “No veo salida democrática sin movilización de calle”, dijo, responsabilizando a Maduro de los saqueos y la criminalización del comercio. López se desmarca de una MUD, donde su secretario quedó reducido a abogar por el 8-D. Para Aveledo, cito: “su compromiso con el país, es un compromiso serio, no coyuntural”. Queda claro. Para la MUD lo estructural es votar y nada más… Es la contundencia de López la que demanda el momento-país. No la babiecada electoralista. Vamos al filo de una habilitante que dará poderes a Maduro (inédito e insólito) para legislar en materia penal, por lo que veremos presos a comerciantes, por ganancias convertidas en delito a discreción. ¡Esto es coyuntural!

El pueblo no es criminal. Cuánto venezolano honesto le asestó al saqueador; “hermano, no te lleves eso que no es tuyo…”. Somos una sociedad envilecida por un irresponsable desencuentro que se nutre del odio represado y revoloteado. Desde el poder se han hurgado las carencias acumuladas que degeneran en confrontación para todos, poder incluido. Dijo un lector: “No es que merezcamos un mejor país, sino el país merece que mejore su gente” Trabajemos por ello. Y cómo sentencio López: “Se pudo haber presionado más en los días posteriores al 14A, con presencia en la calle… Nosotros tenemos la responsabilidad de articular no sólo las condiciones para que el pueblo vote, sino también para que en momentos críticos encaucemos la calle como elemento de presión”. Y a usted y a mí también nos toca hacer más.

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