Hoy registramos que algo serio está pasando. El exceso de poder concentrado en algunas cabezas del alto gobierno, ha generado sus propios monstruos y presenciamos las acciones apropiadas para liquidarlos. Cada día son más notorias las diferencias entre las cabezas de las instituciones y en las filas del partido gobernante. Hay celos, peligrosas incertidumbres y desconfianzas. El caso del ilegítimo presidente es patético. La realidad estalla ante sus ojos, pero no ve o no quiere ver lo que sucede. Todos los días añade ofensas contra los más calificados voceros de la alternativa democrática y contra quienes, en su propio mundo, se niegan a ser incondicionales sirvientes del régimen cubano. Da la impresión de que el tipo está enloquecido. Está por creerse el disfraz de cada día. Ya no sabe si es él o sus ropajes.
Para muchos de nosotros es una obligación luchar frontalmente para desmontar lo existente, aún en medio de la lógica incertidumbre del desenlace. Personalmente estoy convencido de que no hace falta mucha gente, ni excesos de valor. Las acciones las deben encabezar hombres y mujeres justos que, por el solo hecho de estar, le dan trascendencia y seriedad a cuanto se hace. Lo definitivo está próximo.