Fernando Núñez-Noda: Tecnología prehistórica

Fernando Núñez-Noda: Tecnología prehistórica

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Parte 1

La historia suele definirse como el período del devenir humano a partir de registros escritos.

Lo anterior es objeto de polémica, porque otros observadores y académicos afirman que la historia comenzó con el humano, independiente de que fuera registrada en lenguaje articulado. Pero voy a usar la acepción tradicional, porque ayuda a separar más eficientemente la época sobre la que hablaremos.

Me fascina la historia previa a la “documentada”. El homo sapiens sapiens o humano moderno antes de que aprendiera a escribir. El desarrollo tecnológico de los primates, justo antes de papiros, códex y libros, es sencillamente fascinante. No propongo una lista exhaustiva sino, como siempre, un paseo por algunas que considero relevantes. A un ensayo anterior, agrego fotos tomadas en el magnífico Smithsoniano de Historia Natural en Washington, algo más de texto y anexos.





El mapa más antiguo conocido fue hallado en Mezhirich, Ucrania, y data de 12.000 a.C., es decir, de la Edad de Piedra. Fue cincelado en un colmillo de mamut y muestra un asentamiento a orillas de un río.

El arte rupestre de Altamira y Lascaux, el de México son mensajes articulados, no meras marcas de garras en una piedra. Hay hallazgos tan antiguos como de 40.000 años de crónicas plasmadas en cuevas durante un período de glaciación.

De la portentosa obra de Isaac Asimov, reviso su Enciclopedia de los Descubrimientos. Me imagino ese libro hecho hoy en día a-lo-Wikipedia… sería tanto más detallado. Sin embargo, publicado en 1989, es un ejemplo notable de investigación pre-Google y me basaré en su recuento, junto a otras fuentes útiles.

El primer “invento” humano que registra Asimov no es un instrumento, ni propiamente un descubrimiento, sino un cambio anatómico que ocurrió ¡hace 4 millones de años! Se trata de la “bipedación”, el crucial paso de los primates simiescos a homínidos. En pocas palabras: de cuatro a dos patas para desplazarse.

Hay teorías vitalistas que consideran la naturaleza (e incluso el cosmos en general) como entidades con conciencias y voluntades autónomas. Si es así, se afirma, la evolución humana tiene direccionalidad, algo como una intención global. Podríamos decir que el género humano “inventó” la bipedación para poder seguir adelante con la frente en alto.

Aunque los primeros homínidos fueron descubiertos en los 1920s y se les llamó “Australopithecus” (del latín “mono meridional”), no se ha hallado el fósil transicional que muestre la adaptación anatómica entre una especie y otra. Pero no importa para este ensayo. Ocurrió.

Vaciado de la huella de un austrolopitecus afarensis, homínido que caminó la sabana africana sobre terrenos volcánicos hace 3,6 millones de años. Museo de Historia Natural, Washington DC. Foto del autor.

Y el cambio no fue trivial. Fue un paso evolutivo de primera importancia que le da inicio a la humanidad. El caminar en dos patas (eventualmente pies), obviamente no bastó para hacer de los humanos quienes somos. Las aves son bípedas y algunos dinosaurios lo fueron. Se trata más bien del aprovechamiento anatómico que una columna vertebral erecta le permitió a los brazos y a las manos.

Sin este cambio de esqueleto y musculatura, el fortalecimiento del cerebro hubiese sido poco menos que imposible. Con dedos y los novedosos pulgares opuestos hubo instrumentos, armas y energía provocada. La cacería amplió la dieta y con fuego hubo carne cocida que fortaleció el cerebro humano.

El resto es historia, o mejor dicho, prehistoria.

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(Preámbulo geek) Tecnología

La gente suele asociar “tecnología” con campos electromagnéticos, pero una simple palanca ya es tecnología.Implica ciencia, aunque el usuario no lo sepa. Ciencia aplicada para logros prácticos. Principios de física, química, etc, imbuidos en acciones físicas y sociales con fines heurísticos, es decir, dirigidos a la resolución de problemas.

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Soñador, constructor, guerrero

Los dos fósiles bípedos más antiguos hallados hasta el momento son Ardi (Ardipithecus ramidus), el esqueleto de una homínido femenina, de 4,4 millones de años de edad, que en las sabanas africanas ya caminaba en dos patas, aunque en los árboles todavía dependía de sus brazos para desplazarse. Fue descubierto tres años después del libro de Asimov, pero los científicos tardaron 17 años en entender su significado.

Junto a los restos de Lucy, la “estrella” de los fósiles. Museo de Historia Natural de NY.

Luego, el más famoso de los primeros homínidos, otro esqueleto femenino llamado Lucy (Australopithecus afarensis). Al igual que el anterior, fue desenterrado en Etiopía pero en 1974. Sus descubridores recuerdan que mientras cavaban en las ardientes llanuras de Afar, sonaba en el campamento Lucy in the sky with diamonds, de los Beatles. La edad del fósil: 3,2 millones de años.

El rasgo más distintivo de Lucy es que se cree de las primeras en el uso de utensilios, en este caso, muy elementales: piedras puntiagudas para raspar la carne de huesos de animales.

Y aquí sí estamos en presencia de un invento, acaso el primero: la herramienta, el instrumento. Piedras, troncos, lianas, pieles… una panoplia que ofrecía la naturaleza y que el cerebro dirigía hacia la supervivencia primero y luego al confort o al poder.

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El Austrolopitecus Sediba, descubierto en 2010 en Sudáfrica, con 2,3 millones de años, es uno de los más directos antecesores del homo sapiens. Museo Smithsoniano. Foto del autor.

Hace 2 millones de años el mundo vio un nuevo tipo de homínido, capaz de fabricar herramientas, armas y utensilios más sofisticados. Se trata del homo habilis, que inauguró el género Homo, la línea de descendencia del homo sapiens sapiens, a la cual pertenecemos (el doble sapiens está correctamente escrito).

Stanley Kubrick lo expresa en 2001: una Odisea espacial (1968), con el primate lanzando el arma-hueso al cielo. “Mirador de luna” (Moonwatcher), como llaman a este gran inventor simiesco, observa cuidadosamente el largo fémur de un equino muerto, lo toma y descubre que puede matar animales y repeler enemigos.

De hecho, dota a sus compañeros de más huesos y aniquilan otro bando que competía por un pozo de agua enlodada.

Luego del dudoso mérito de inventar la guerra moderna, su sensación de poder es tal que en un rapto de júbilo lanza el hueso al aire y, en una transición magistral, Kubrick resume 2 millones de años de prehistoria e historia en menos de 5 segundos.

La escena de marras

El género humano, pues, arranca con un importantísimo cambio anatómico y, luego con un logro volutivo, es decir, guiado por la conciencia y la voluntad, un nuevo escalón en la evolución que conocemos y que, en la película que Kubrick deriva en una nave espacial. ¿Hoy? El acelerador de hadrones.

Prometeo prehistórico

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Hace escasamente 500 mil años, la única variedad de homínidos era el llamado Homo Erectus, muchísimo más cercano al humano moderno en contextura, tamaño y peso. Sus instrumentos habían alcanzado un grado de especialización tal, que fueron los primeros en cazar exitosamente animales varias veces más grandes y fuertes que ellos mismos.

Ya el género homo se había extendido más allá de las legendarias sabanas africanas, habían cruzado el Oriente Medio, algunas regiones de Eurasia y llegado a los extremos del lejano Oriente y los archipiélagos del Mar de la China. El mundo vivía un cruento periodo glacial y sin embargo la humanidad avanzó.

El frío obligaba a las tribus a crear refugios de piedra o especie de tiendas hechas con pieles. Una cueva era una pieza de “bienes raíces” invaluable y fue precisamente en una caverna cercana al Beijing actual, donde se encontraron vestigios de un asentamiento de homo erectus. Además de fósiles y herramientas pétreas, se desenterraron los restos fosilizados de una hoguera.

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Un arco con una cuerda alrededor de un palo aumenta la fricción y la rapidez de generar calor y chispa.

Hay una película fascinante, dirigida por Jean-Jacques Annaud, llamada en español La Guerra del Fuego (1981). Se desarrolla mucho después del “descurimiento” que mencionamos (alrededor de 100 mil años aE), pero da cuenta de una tribu que no conocía cómo producir fuego y lo buscaba desesperadamente.

Un rayo produce un incendio y toman varios troncos encendidos y van llevando esa yesca con ellos en medio de todos los peligros imaginables: pantanos, tigres diente de sable, tribus caníbales. Cuando el pedazo de madera está por perder su masa combustible prendían otro y así iban.

Al final, los protagonistas conocen y salvan a miembros de una tribu poco robusta y aparentemente débil. Pero las apariencias engañan. Estos extraños y sofisticados habitantes del bosque tienen el secreto del fuego, su generación por frotación de maderas. Al conocerlo, los héroes son libres de generar llamas en cualquier lugar y en cualquier momento. El sueño prometeico.

Prometeo paga el precio, en esta ánfora del siglo 6 aEC, de la colección del Museo Vaticano.

Miles de “miradores de luna” explorarían las candelas en diversos lugares del mundo, de acuerdo con materiales y condiciones disponibles en sus ecosistema. Por ejemplo, varas secas de madera, tablas, alguien con el tiempo y la paciencia para girar un palo sobre madera plana hasta lograr temperatura de ignición. Imagino otra escena: un homínido se enfada con otro y le lanza una piedra. Falla pero el proyectil choca contra una pared de granito y produce chispas. Alguien, el “Mirador de Luna” más cercano usa rocas y, con una cama de yesca seca, comienza a chocar pedernales hasta lograr chispas que la encienden.

Lo cierto es que no llegó del cielo, como en 2001 Odisea Espacial o en los mitos helénicos. ¿O sí?

La mitología griega idealiza este evento anónimo, con la leyenda de Prometeo. Este dios Titán le roba el fuego a los dioses y se lo entrega a los hombres, contra el mandato expreso del Olimpo. Le lleva la ciencia, le abre los ojos, inicia la civilización. Zeus lo castiga con un tormento horrible: que se repita todos los días el desagradable evento de que un águila se coma su hígado, hasta que el gran Hércules lo rescata.

Este mito expresa el profundo poder inherente al fuego, poder transformador, destructivo y constructivo a la vez. Creador y domador de la civilización. ¿Será la electricidad una forma muy concentrada y direccionada de fuego? Me gusta pensar que sí. Energía en diferentes campos pero energía al fin.

El fuego lo cambió todo, la topografía, los hábitos de vida, inauguró la “ciencia química” y le dio a los homo erectus poder sobre el resto de los animales.

“En una palabra, el fuego da comienzo a la primera época de relativa ‘alta tecnología’ de la humanidad”.

Isaac Asimov

La alquimia, la química, la cocina, la agricultura, la guerra, la tecnología… todas son hijas de ese “mágico” elemento.

¿Neardental religioso y filósofo?

Solemos centrar la atención en herramientas y cambios físicos, pero igual intriga y fascina saber cuándo nacieron ciertos movimientos intelectuales y espirituales (algunos dirían sencillamente “psíquicos”). Hacia 200 mil años aE el homo erectus, domesticador del fuego, se había extinguido. Surgieron básicamente dos géneros, los llamados homo sapiens neardentales y finalmente los homo sapiens sapiens, cuyas peripecias conocemos mejor.

Representación “forense” de un Neardenthal. Museo de Smithsoniano de Historia Natural. Foto del autor.

Los neardentales poblaron fundamentalmente Eurasia y su rango de existencia va de 200.000 aE hasta 30 mil aE, lo cual los hace relativamente recientes. Fueron innovadores en el diseño de herramientas, en los métodos de caza y en la organización de sus tribus. Producían fuego a voluntad, eran pues, plenamente prometeicos.

Pero hubo una costumbre que inauguró un orden social distinto y, muy probablemente, una forma de pensar plenamente humana. Se trata de que enterraban a sus muertos, con ceremonia y ornamento. Esto da una idea del arraigo que se iba generando entre las tribus y sus entornos, sus asentamientos, un fin del perpetuo desplazarse. ¿No está aquí, quizá, el auténtico inicio de las ciudades?

Pero hay más, mucho más. Las tumbas neardentales incluyen objetos, alimentos, flores, los rudimentos del ornato individual. La disposición y la intención parecen de aquellos que creen en la vida de ultratumba, una trascendencia que ya supera la consideración puramente biológica de la especie.

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De un diorama sobre un entierro neardental. Foto del autor.

Dice Asimov: “… Se trataría de las primeras manifestaciones de lo que llamamos “religión”: un sentimiento de que en el Universo hay algo más de lo que resulta aparente a los sentidos”.

Más allá de la fe en lo que no vemos, estas consideraciones más sofisticadas sobre la vida y la muerte obligan a crear categorías mentales: el alma, el ser, la conciencia. La filosofía primigenia, una interrogación a nosotros mismos sobre el sentido último de la existencia.

Increíble y épico que los primeros filósofos vistieran pieles, en general murieran antes de los 30 años de edad, algunos no ajenos al canibalismo, pero movieron la cultura muchos pasos hacia adelante.

Epílogo

El catálogo de Asimov nos pasea por el arte: rebaños en las cuevas de Altamira de 20 mil años de antigüedad, a la vez preludio de la pintura y de códigos comunicacionales. Por cierto que en el arte rupestre se ven arcos y flechas, así como lanzas, trampas, todo un equipamiento para ser más eficiente en la protección y en la caza (eventualmente la guerra).

Menciona la cría de animales, que ayudó a subir varios escalones de desarrollo humano: mejor control y variedad en la dieta, amigos y aliados en la caza y en la casa: perros, gatos, aves. Dedica especial atención a la agricultura, un salto cuántico que multiplicó las capacidades de producción y estableció el sedentarismo como un modelo de organización social que todavía prevalece, a pesar de automóviles y aviones.

La Edad de los Metales, tan épica como una historia de Tolkien, inauguró los ejércitos y mejores instrumentos, más precisos y fuertes. Cobre y bronce para armas y utensilios. Hubo tejidos, cerámica y regadíos.

He prometido escribir una segunda parte de este ensayo, no cumplido hasta ahora, pero creo que es tiempo -en próximo ensayo- de llenar ese intervalo que termina de asentar la humanidad mal llamada “prehistórica”.

Todo ello hasta llegar a la escritura, el código ancestral que a pesar de internet y del colisionador de hadrones, todavía compartimos.

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ILUSTRACIÓN: Lúdico. FOTOS: FNN. OTRAS IMÁGENES: DPWWW.