La terrible realidad de los niños wayúu que “lloran y no botan lágrimas”

La terrible realidad de los niños wayúu que “lloran y no botan lágrimas”

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“Pálidos. Su cabello es amarillo o rojizo, es escaso porque se les cae. La piel es reseca. Algunos presentan llagas en su cuello y peladuras en sus partes dentales. La mirada la tienen bastante opaca; el abdomen, bastante dilatado. Las piernas son flaquiticas. Se les ven las costillas. Como los niños de Angola, en África, así… Lloran y no botan lágrimas. Algunos tienen dos años y no caminan”. Una mujer que conoce hace más de 40 años a los wayúu y quien pide no ser identificada, narra cómo el hambre mata a los niños indígenas de La Guajira.

? ¡Este niño se está muriendo! ¿Por qué no lo han llevado al hospital? Ven, vamos. ¡Vamos a llevarlo!” ?dijo ella al ver a un pequeño acostado en una hamaca, orinado?. “Uno lo llama para ver si abre los ojitos… Y no” ?recuerda.





? No, no, déjelo ahí. Déjelo que se muera ?le responde el padre del niño.

? Oye, pero ¿cómo vas a hacer tú eso?

? No, no, déjelo ahí. No se lo vaya a llevar, porque si el niño se muere en manos suyas, usted lo paga ?le advirtió el hombre.

La impotencia se apodera del cuadro. Ella revela que, en algunos casos, la autoridad indígena impide que el niño que “corre peligro de morir” sea salvado en un centro de salud. “Para los wayúu, un niño enfermo implica mucho gasto y es mejor que dios se lo lleve”.

No comprende cómo este pueblo indígena invierte, según ella, tanto dinero en un velorio. “No tienen plata para llevar el niño al hospital, comprarle medicina o hacerle su comida, pero cuando el niño muere, sacan ganado, sacan pal (sic) mes de velorio. Ahí sí hay plata, hay comida, hay festín, hay todo. Llegan todas las familias, se concentran en las rancherías, toman chirrinchi, matan chivo. Hay comida por todos lados, eso es normal aquí. Para ellos es sepultura”.

Armando Valbuena, líder wayúu y expresidente de la Organización Nacional Indígena de Colombia (ONIC), asegura que ningún wayúu impide que se auxilie a sus niños. “Es completamente falso. La sociedad guajira discrimina a la sociedad wayúu”, dice.

No obstante, Luz Ángela Artunduaga, especialista de Supervivencia y Desarrollo Infantil de Unicef para Colombia, confirma que algunas poblaciones indígenas “rechazan la parte occidental”. “Hay elementos culturales muy complejos. Las poblaciones indígenas no ayudan y, aunque los esfuerzos se ven, al Gobierno le falta acercarse más con modelos de atención pertinentes”.

Según el representante wayúu, es usual que un hospital salve la vida de un niño indígena que morirá en pocos días. “Si el niño está muriendo, sufriendo, sus padres lo llevan al hospital, pero cuando se recupera regresa a su casa, allá no hay alimento y ahí el niño muere (…) Hay muchos casos de desnutrición en La Guajira. Eso es cotidiano. Hay un total desabastecimiento de alimentos, principalmente en las áreas cercanas a las urbes. En los últimos 25 años eso ha sido normal”.

Reconoce que en el velorio sacrifican animales que son propiedad de los padres del niño fallecido. A la pregunta sobre por qué dichos animales no fueron alimento para el hijo, responde que “no se pueden sacrificar todos los animales porque se quedaría sin alimentos toda la familia”.

En sus manos murieron cinco niños

Cinco menores de edad han fallecido ante los ojos de la mujer que habla con EL TIEMPO. A todos los sacó de rancherías. Uno de ellos pertenecía a una familia de Manaure que, cuenta, podía consumir durante una semana solo chicha de maíz.

“La mamá tenía a varios niños desnutridos, pero el que estaba más más malito fue el que pudimos llevarnos. Se le colocó su suero, se hidrató, el niño también tenía diarrea, se le compraron las medicinas, las cremas. Se le prestaron todas las ayudas, se le hizo el control, se le compró ropa, pañales, pero por mucho que se quiso, el niño no… El niño falleció, duró en el hospital cinco días”, relata.

No olvida la respuesta de la madre cuando le dijo que su hijo de un año y medio estaba mal y no aguantaría el tratamiento: “¡Ah!, bueno, entonces yo me voy para la casa, porque allá tengo los otros dos, por estar pendiente de este se me van a morir los otros”.

Le pidieron a la madre que se quedara porque, aunque no es el deber ser, ella aún alimentaba con leche materna a su bebé.

“¿Y el resto de la comida?”, se preguntaba la guajira, quien cuestiona la costumbre que tienen las madres wayúu de alimentar a sus hijos únicamente con leche materna hasta los dos o tres años de edad. “Un niño después de los seis meses necesita comida sólida: su puré, su fruta, un alimento balanceado. No solamente el seno. Ellos creen que con leche materna, mazamorra y chicha el niño se va a sostener. Además, ¡qué va a nutrir la leche de una mujer que ha parido hasta ocho hijos y no se alimenta bien!”.

“La leche materna se da hasta los dos años porque al niño se le educa para que no tome agua. Los niños wayúu son del desierto. También alimentan a los niños con granos como el maíz y el frijol, el pescado, las carnes de chivo y ovejo, y con chicha de maíz”, explica Valbuena.

La guajira también se resiste a aceptar que la esposa wayúu le sirva primero y “la mejor presa” al marido. “Al último que se le sirve es al niño. Si acaso alcanza la presa, si no se le da salsa con arroz, lo que queda en el caldero, después de que ya todo el mundo ha comido”. “Lo primero que hacen es una distribución racional de los alimentos. Atienden a las personas adultas y después a los niños”, responde, por su parte, el líder wayúu.

La mujer subraya que en La Guajira “la bienestarina es oro”. “Con la bienestarina ellos hacen arepitas, empanaditas, mazamorra, colada, hacen de todo. Ahí comen todos, no solamente los niños, comen todos”.

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