Dámaso Jiménez: El capitalismo salvaje de Maduro

Dámaso Jiménez: El capitalismo salvaje de Maduro

thumbnaildamasojimenezNo hay duda que 2015 ha sido un año aterrador pero al mismo tiempo revelador.

El tiempo es un ciego despiadado y lo demuestra al final de estos últimos 17 años cuando comienza a caer el barniz de tantas medias verdades que fueron disparadas como metralleta e impuestas gracias a la intensa hegemonía comunicacional del más derechista de los gobiernos revolucionarios del planeta.

Todo lo establecido hasta ahora como una idea “gobbelianamente” cierta se hace añicos en el piso. Si fuera una serie novelada como “Dinastía” ya estaríamos en los capítulos culminantes cuando los usuarios y usuarias se percatan del lugar donde esconden las costuras la mayoría de estos poderosos divos y divas de la revolución.





En un giro de 180 grados todo el país despertó en una infame realidad llena de colas, balas y desesperación. La transformación pasó de ver gente luchando por un pollo o un paquete de harina PAN, pasando por la dolarización de bienes y servicios, hasta el surgimiento de esa nueva clase social de crueles figuras delictivas creadas por el control de cambio y el apogeo de la crisis llamadas bachaqueros, con licencia para aprovecharse de la economía del desabastecimiento. Estamos hablando de inéditos fenómenos del capitalismo salvaje que aún nadie ha logrado erradicar y que colapsa cualquier presupuesto familiar.

Maduro se niega a ver tal crisis y juega con las circunstancias externas intentando sacar un triunfo electoral de su costoso sombrero, sin embargo son sus funcionarios y candidatos quienes se dan el lujo de tener una verdadera guerra económica en dólares tratando de apoderarse del sector inmobiliario burgués.

Solo en un capitalismo salvaje la clase gobernante se apoderaría de las más exclusivas propiedades y mansiones del país. ¿Quiénes son los dueños de las zonas más exclusivas que aún quedan en Caracas, Valencia o Maracaibo?. El metro cuadrado de cualquier zona del este de la capital es más costoso que una de Nueva York, Miami o Europa.

Irónicamente en los mismos barcos destinados a traer alimentos para paliar el hambre de la gente en las colas ingresan los últimos modelos de camionetas y automóviles de lujo adquiridos en dólares por la agraciada clase de jóvenes de segunda y tercera generación provenientes o enchufados a los próceres del golpe militar del 4 de febrero de 1992 que hoy gobiernan en un derroche de lujo vulgar y grosero.

Ustedes creen que una guerra económica permitiría al jefe del gobierno viajar por el mundo con una comitiva familiar tan basta y numerosa o pensar siquiera en la compra de 12 nuevos aviones Sukhoi para atacar a sus incómodos vecinos.

Al igual que el cierre de fronteras y el estado de excepción en cada vez más municipios, la guerra económica devela una maniobra electoral inútil para la verdadera emergencia: Un país en incertidumbre esperando algún tipo de medidas que frenen la escasez, las colas, la perdida abismal del poder adquisitivo y la inseguridad en las calles.

Maduro africanizó la economía. Convirtió Pdvsa en una quincalla en oferta. Destruyó el aparato productivo e instauró una especie de esclavitud que obliga a los venezolanos a trabajar el triple para pagar la cesta básica de alimentos que en el mes de junio llegó a 65 mil bolívares fuertes en un país cuyo sueldo mínimo no pasa de 8 mil. Se trata de un gobierno disimuladamente socialista de izquierdas que en realidad suscribe lo peor de las dictaduras militares de derecha.

El actual gobierno aplicó un paquete económico mucho más brutal y doloroso que el que habría impuesto el FMI. Es un paquete con excesivos controles para la ciudadanía pero sin contraloría para el gobierno y su club de privilegiados. Donde se prohíbe al BCV y Pdvsa publicar cifras y datos reales de la situación real de nuestras finanzas, que hace alardes de programas sociales hoy insostenibles, basados más en el chantaje y la extorsión politiquera que en la ayuda real a los sectores más golpeados por la crisis.

Si bien es cierto que las medidas han incrementado el disgusto del elector opositor atropellado por este gobierno, no es menos verdad que golpean fuertemente ese otro 20 por ciento del voto duro chavista que sufre y le causa pesadumbre la forma como dilapidaron la revolución concebida por Chávez.

Con el hambre como amenaza nadie puede apoyar el despilfarro salvaje que hace ese grupo de intocables que se benefician sin conciencia alguna del caos y la miseria venezolana.

@damasojimenez