El único empeño de estas revoluciones diseñadas desde Cuba es la deconstrucción del lenguaje para empobrecerlo, aniquilarlo, despojarlo de significado, minimizarlo y trazar una neolengua al servicio del no pensamiento. Porque pensar es un ejercicio de afirmación, transformación. Y hablar y escribir como consecuencia de ese proceso de pensamiento es un acto fundacional. Las revoluciones rechazan las proposiciones y consagran las subordinaciones.
Derrotar al socialismo en las urnas el próximo 6 de diciembre es un evento de afirmación, transformación y rescate del lenguaje creativo. Hay que promover un proyecto liberal de sociedad que tenga como centro de su preocupación al individuo para su desarrollo pleno en la sociedad productiva. Ese sujeto libre debe ser propietario de su destino y sus bienes. En la oposición venezolana abunda la emoción estatista que no plantea un modelo económico transformador del entorno. Sepan nuestros políticos que en Venezuela hay pobreza porque no ha habido capitalismo ni auténticos capitalistas. Nuestros intelectuales, que han pasado por la experiencia desoladora de estos años de negación, deben invocar su ánimo creativo para repensar la sociedad del porvenir con el idioma de la superación, no en términos del rocambolesco hombre nuevo, sino del sujeto libre, democrático, propietario, competente y competitivo.