El colapso del Estado, por José Guerra

El colapso del Estado, por José Guerra

José Guerra | FOTO: REUTERS/Marco Bello

 

El Estado venezolano como lo conocíamos tuvo un padre y una madre. El padre se llamó Juan Vicente Gómez y la madre fue el petróleo. Aquel Estado está dejando de existir. Con la llegada de Gómez al poder en 1908 se estructura el Estado en torno a tres ejes fundamentales: el Ejército, la creación de una burocracia para el manejo de los asuntos del gobierno y la centralización de los tributos para financiar al gobierno. Los caudillos alzados en armas en el oriente y Los Andes pronto sintieron que el nuevo cuerpo armado con su despliegue de fusiles y su disciplina era demasiado para sus pretensiones de derrocar al gobierno. Así se puso fin a la inestabilidad política y cuando llegan las compañías a explotar el petróleo en 1914 ya el Estado nacional existía y estaba en condiciones de garantizar la tranquilidad que exigía la movilización de grandes inversiones, máquinas y personal que emigraba de los pueblos hacia los campos petroleros para acoger a la industria más moderna de ese tiempo. Con el fluir del petróleo y los ingresos fiscales que el país empezó a recibir, Gómez emprende la integración física de la nación mediante las carreteras y caminos que hicieron posible conectar ciudades y pueblos y desplegar al Ejército y la policía, sin los cuales no era posible consolidar la estabilidad requerida después de tantos años de guerras civiles. Gómez que era un modesto comerciante andino se supo rodear de la intelectualidad de la época y fue muy modesto y nunca alardeaba de conocimientos que no tenía.

La maquinaria del Estado fue financiada y consolidad con el petróleo en un país muy pobre como la Venezuela de comienzos del siglo XX. Con el paso del tiempo y la sucesión de gobiernos de gente andina, el país vertebró la modernidad, una especie de combinación de orden público férreo con provisión de sanidad y educación pública y una estructura de gobierno más o menos apta. En una economía donde agonizaba la agricultura, los ingresos para hacer posible la modernidad, vendrían inevitablemente del petróleo. Sin embargo, ese Estado actualmente está en su ocaso, está dejando de existir, no se puede financiar. Lo único que todavía le queda en pie es el Ejército y la policía, es decir, los instrumentos de la represión  para  la preservación del orden. El sistema judicial es inexistente, salvo para perseguir a políticos. Aquel estado que proveía salud pública ya no está. La institucionalidad educativa pública está esfumándose. La administración pública que conocimos por los menos hasta los años ochenta, dejó de existir y hoy es un antro de mediocridad y corrupción que ha hecho metástasis. Pdvsa está en situación de virtual quiebra, endeudada y sin capacidad de sostener la producción propia de petróleo. No obstante la presencia cierta de las fuerzas del orden, hay situaciones que asemejan al control que antes de Gómez tenían las montoneras. Las regiones fronterizas del Zulia y Táchira están dominadas parcialmente por fuerzas irregulares. Los pueblos de Barlovento en Miranda están en manos de bandas organizadas. Ningún transporte de mercancía puede cruzar de Barcelona a Cumaná sin la custodia policial y parcelas de los campos petroleros están sometidas al imperio de las bandas. En el área minera de Bolívar hay un Estado paralelo. Para la nueva Venezuela que indefectiblemente vendrá, es fundamental rehacer al Estado sobre nuevas bases para llenar el actual vacío.