Entre la ingenuidad y la traición, por @ArmandoMartini

Entre la ingenuidad y la traición, por @ArmandoMartini

Armando Martini Pietri @ArmandoMartini

Presionado por los ingleses, que observaban angustiados la feroz agresión nazi en la desguarnecida Polonia (que desesperados polacos enfrentaron, a los para entonces avanzados poderosos panzer alemanes, fueron barridos, despanzurrados). El Primer Ministro Neville Chamberlain viajó a entrevistarse con Adolfo Hitler que comenzaba a sentirse dueño de Europa, previendo dos escollos difíciles, pero no imposibles, y necesarios de atacar. La isla inglesa y las interminables estepas rusas.

En Francia los perturbados ciudadanos presentían la agresión de los comandados del general Heinz Guderian, que no provenía de nobles prusianos sino de sectores medios de la sociedad, lo cual interesaba a Hitler, constructor del nazismo desde las porciones más bajas de la colectividad; los militaristas se fueron incorporando luego de que los blindados avanzaban hacia territorio francés. La duda era qué sería primero, Inglaterra o Francia. Ninguno apetecía la guerra, ambos se atemorizaban por la temible y fulminante blitzkrieg.

Buen hombre, diplomático, pero cándido, Chamberlain, tras mucho conversar, dialogar y discursear, finalmente decidió no tomar el toro nazi por los cuernos sino torearlo a ver si era devuelto a los corrales, así la fiesta terminaba y todos en paz. Dejó en la estacada a millones de europeos; casto e inocente se reunió con un ensoberbecido Führer auto-convencido por sus maquinarias política y militar del destino que imaginaba. Había pasado la Noche de los Cuchillos Largos para asegurar el partido y poder, la de los Cristales Rotos para arruinar a los judíos y dejar claro lo qué harían, el incendio del Reichstag y la violación de los acuerdos para la no fabricación de armas.





En la Francia de la revolución y Napoleón, de las guerras triunfantes, de reyes, del conflicto social y político, con periodos de violencia, los franceses decaídos y con el ánimo por el suelo, no querían enfrentamiento. Charles de Gaulle, militar moderno y analítico de la nueva importancia del arma blindada, advirtió contra el derrotismo y lo que sucedería. Pero acobardados, temerosos, soñando que nada les pasase, los franceses se alinearon tras un héroe de la Primera Guerra Mundial, que de haber sido el gran general Philippe Pétain, vencedor de Verdún, era un anciano tembloroso que aceptó pactar con los nazis que pisaban tierra francesa demostrando seguían siendo enemigos de Francia y que la presumida Línea Maginot era, como lo había advertido De Gaulle, una muy costosa guía turística.

Chamberlain regresó satisfecho, optimista de Alemania con el compromiso firmado por Hitler que no atacaría, desde la misma escalerilla del avión que lo trajo de regreso a Londres mostró orgulloso el documento proclamando la paz. No mucho después perdió el cargo en medio de la feroz Batalla de Inglaterra bajo los devastadores bombardeos de la Luftwaffe y el Rey tartamudo Jorge VI llamó a Winston Churchill, que jamás dio su brazo a torcer, alertando incansable, los nazis son malandros, delincuentes y arremeterían inmisericordes. Habló claro cuando le entregaron las llaves del N° 10 de Downing Street, con aquella frase; “sólo puedo ofrecerles sangre, esfuerzo, sudor y lágrimas”. En Francia, el General Petain se doblegó, presenció la ocupación alemana de la mitad norte, observó las tropas desfilando por Champs-Élysées, a la Gestapo y Shuttstaffel (SS) persiguiendo, torturando, matando franceses, especialmente judíos en la cuna de la democracia europea. 

Hitler y el nazismo se burlaron del pactador y del dialogador, al igual que Maduro y el castrismo negocia, se burlan burlando a quien regresó del frío rechazo y la indiferencia del desatino, deberá aceptar condiciones que le impongan en la pesquisa de unas elecciones con apariencia de licitud para después, con quien funge como líder ficticio opositor, seguir desvalijando, confinando y torturando a los sobrevivientes del coronavirus con el peor sistema de salud y una economía que sólo crece en desolación y miseria.

Quienes participen en el sainete electoral, desertan al ciudadano e intentan hundirnos a niveles insospechados de indigencia. Son desleales, abandonaron la venezolanidad, democracia y libertad; convirtiéndose en hipócritas felones con la lucha y el sacrificio de un país. El cinismo no tiene comparativo y sin sentido los argumentos, es un acto de infamia e imperdonable traición al venezolano que tanto ha sufrido las calamidades que le ha impuesto el castro chavismo. Pasaran al olvido, a la irrelevancia o peor, al recuerdo de un pusilánime como Chamberlain o colaboracionista cómplice como Petain.

Son despreciables sirvientes serviles del comunismo socialista, dieron la espalda y entregaron la lucha liberadora, compinches encubridores revolcándose en el charco pestilente, transformándose en sinvergüenzas enchufados de mal olor. ¿Lograrán su objetivo? ¿Cómo lo juzgara la historia? ¿Judas del siglo XXI? ¡La conciencia los aniquilará! 

Y más temprano que tarde, tras acumular sufrimientos, los que no dan su brazo a torcer, no negocian ni se dejan comprar principios y valores como Churchill y De Gaulle, serán reconocidos y finalmente convocados a dirigir la restauración con esfuerzos, lágrimas y sudor, esperemos que no también con sangre.

@ArmandoMartini