Juan Pablo García: Los peregrinos del chantaje

Juan Pablo García: Los peregrinos del chantaje

El régimen ideó una tabla de salvación, como siempre, en las aguas putrefactas de la corrupción: unas elecciones trapicheras del parlamento. Y, en consecuencia, es natural que obligue a sus candidatos, a los propios candidatos del PSUV, a hacer una que otra cosita de campaña para que no digan que andan encapillado. Peculado de uso, utilizan todas las instalaciones y medios oficiales, según la tradición.

Bolsa de CLAP por el medio, porque también acabaron con la industria del cartón y las cajas son una rareza, utilizan los medios digitales para llegarles a sus “electorales”. Por supuesto, si se es empleado público, aunque los reales no les alcance ni para transportarse a la oficina, por lo menos, recibe el correspondiente mensaje de texto y hasta un WhatsApp. Está en juego la comida de la casa.

Los actos de “campaña”, son contados en todo el país, porque nadie lo recibe ni lo aplaude en una plaza pública. Por cierto, tampoco se aventuran a presentarse en esos espacios y, muy de lejitos, saludan a sus “electores”. Total, los resultados están ya cantados.





El drama es de los colaboracionistas y no todos, porque unos recibieron buena paga y se sientan a esperar. Otros, tienen para los refrescos y hay quienes aseguran que pagaron a los sabuesos de sus partidos por la oportunidad. Y les toca peregrinar por donde los “jefes” no se meten, procurando convencerse a si mismos de que hacen campaña, porque nadie les hace el menor caso.

Estos peregrinos del chantaje, intentan un discursito de oposición y se presentan como los adalides del cambio, sin vergüenza alguna, mientras hay venezolanos que son prisioneros políticos de sus jefes. Presienten que la cobija no alcanzará para todos y quizá con un poquito de suerte, la “peguen” y se sienten en la curul de sus sueños. El gobierno usurpador le tiene un espacio a sus más estrechos colaboradores dizque la oposición, pero habrá esos pseudocandidatos que, desfavorecidos, volverán rayadísimos a sus casas, con el rabo entre las piernas, y muy probablemente con el bolsillo vacío, porque pagaron por conseguir esa candidatura sin rumbo.