Una era de productividad anunciada por la pandemia

Una era de productividad anunciada por la pandemia

 

La productividad es el elixir mágico del crecimiento económico. El crecimiento de la productividad – extraer más producción de los recursos existentes – es la fuente fundamental de los aumentos a largo plazo de los ingresos de las personas.





Especial de Laszlo Beke

Al impulsar la productividad, los aumentos en productividad laboral (mayor producción por trabajador por hora) parece ocurrir como consecuencia de (a) mejoras de niveles educativos, (b) aumento de las inversiones y (c) adopción de nuevas innovaciones.

Desde hace varios años las posibilidades de un resurgimiento de la productividad lucían desalentadores y la década pasada ha incluído mucho fatalismo tecnológico. En la pandemia las empresas han adoptado nuevos procesos y tecnologías – y existen señales que indican que ello puede rendir frutos mayores a futuro. Estudios realizados a pandemias anteriores y el análisis proyectan que Covid-19 no debería empeorar el cuadro existente de la productividad. Más bien, hay serios indicios que los traumas sociales y económicos de las primeras dos décadas de este siglo pueden dar a paso a un período de dinamismo económico.

Un poco de historia

El crecimiento de la productividad global se desaceleró severamente en los años 1970 después de las altísimas tasas de la post-guerra. Una ráfaga de crecimiento de la productividad en el mundo rico, liderizado por Estados Unidos, se desplegó a mediados de los 1990 hasta comienzos de los 2000. Los mercados emergentes, también disfrutaron de un rápido crecimiento de la productividad en la década previa a la crisis financiera global. Sin embargo, después de dicha crisis ha habido una disminución de base amplia y obstinadamente persistente del crecimiento de la productividad. Alrededor del 70% de las economías mundiales han sido afectadas.

El Banco Mundial considera que la ralentización del crecimiento comercial y menores oportunidades para adaptar y adoptar nuevas tecnologías provenientes de los países ricos pueden haber ayudado a deprimir los avances de productividad en el mundo emergente. Un problema particular lo representan la mano de obra envejecida y disminuida. Aún cuando estos factores pueden ser válidos, la pregunta clave es determinar la razón por la cual nuevas tecnologías aparentemente poderosas – como robótica, la Nube e Inteligencial Artificial – no hayan provocado mayor inversion y mayor crecimiento de la productividad.

Las hipótesis de porque la productividad no ha mejorado

1- Pesimistas – Las innovaciones simplemente no son transformadoras, las nuevas tecnologías (Inteligencia Artificial, Nube) no han sido lo disruptivas que se esperaba. Pero las nuevas tecnologías claramente pueden hacer más de lo que se les ha pedido en los años recientes.
2- Demanda crónicamente débil –Se requiere más inversion pública para liberar el potencial de la economía.
3- El uso efectivo de nuevas y poderosas tecnología toma tiempo – Inteligencia Artificial es una tecnología de “Carácter General” como la electricidad y tiene el potencial de elevar la productividad a través de múltiples sectores. Sin embargo, el mejor uso de nuevas tecnologías exige tiempo y experimentación. Este patrón lleva a un nuevo fenómeno: la curva-J de productividad.

La curva-J de productividad

La curva en forma de J describe el comportamiento de la productividad con el impacto de este tipo de tecnologías. En la medida que las nuevas tecnología son adoptadas, las empresas desplazan sus recursos hacia inversiones en intangibles: el desarrollo de nuevos procesos de negocios. Por otro lado, la productividad ha sido infravalorada cada vez con mayor frecuencia, a finales del año 2016 el crecimiento de la productividad probablemente era 0,9% mayor que los estimados oficiales. En 1987, Robert Solow (ganador del Premio Nobel), hizo la observación que las computadoras se podían ver en todas partes, menos en las estadísticas de productividad. Nueve años después, el crecimiento de la productividad en Estados Unidos inició una aceleración de10 años que recordó la era económica dorada de los años ’50 y ’60. Allí el estímulo provino de otras fuentes: técnicas avanzadas de manufactura, mejor manejo del inventario y racionalización de los procesos productivos que hicieron posible la digitalización de los registros de las empresas y la implementación de software ingenioso.

Por ello, la curva-J provee una forma de reconciliar el optimismo tecnológico y la adopción de nuevas tecnologías con las pobres estadísticas de productividad. Cómo referencia, el cierre de las oficinas ha forzado a las empresas a invertir en digitalización y automatización, o a hacer mejor uso de inversiones existentes. Los viejos hábitos analógicos ya no son tolerados. Esto no aparecerá en las estadísticas económicas, pero en el año 2020 los ejecutivos en el mundo entero invirtieron en transformaciones organizacionales mayores. Estas eran requeridas para que las nuevas tecnologías funcionarán en forma efectiva. En la medida en que Covid-19 descienda en importancia, las empresas que transformaron sus actividades retendrán, y construirán sobre esa base, las nuevas formas de hacer las cosas.

La crisis forzó el cambio

La evidencia temprana sugiere que algunas transformaciones se mantendrán y que la pandemia aceleró la tasa de adopción de tecnología. Una importante encuesta encontró que 80% de los empleadores piensan acelerar los planes para digitalizar sus procesos y proveer mayor oportunidad para trabajo remoto, mientras que el 50% piensa acelerar la automatización de tareas de producción. Alrededor del 43% esperan que estos generen una reducción en su planta laboral. Esto creará retos para el mercado laboral, pero ello por definición implica mejoras en la productividad.


Se hace referencia a The pandemic could give way to an era of rapid productivity growth. También aparece en mi portal https://bit.ly/3gGOZR3.