La historia del secuestro de Juan Manuel Fangio en Cuba que el propio piloto “agradeció”

La historia del secuestro de Juan Manuel Fangio en Cuba que el propio piloto “agradeció”

Fangio había ganado el primer Gran Premio de Cuba celebrado en 1957. Fulgencio Batista en persona le entregó el trofeo. | Foto: Infobae

 

Pasaron 63 años. “Disculpe, Juan, me va a tener que acompañar”, le dijo Manuel Uziel. Lo hizo sin presentación previa, sin siquiera haberlo mirado. Lo sorprendió por detrás, presionándole suavemente la punta de su pistola en la espalda. Hubo silencios incómodos y espasmos tímidos. “¡Cuidado! Si se vuelve a mover, le disparo”, advirtió el secuestrador. Algunos mecánicos y el piloto inglés Stirling Moss presenciaron el rapto en el hall del hotel Lincoln de La Habana el domingo 23 de febrero de 1958 cinco minutos antes de las nueve de la noche. La tensión se disolvió cuando un indulgente “vamos” transcribió la rendición. El resignado era Juan y Juan era de apellido Fangio, el cinco veces campeón mundial de Fórmula 1.

Por Infobae





Sereno y obediente, ingresó a un Plymouth verde que se esfumó por la calle Virtudes. Los siguieron otros dos vehículos. “Si nos descubren estamos muertos”, razonó el que sostenía la pistola y vestía una chaqueta oscura. Su semblante era de pavor: no tenía talante o recursos de profesional. Fangio pidió una gorra y unos anteojos porque comprendió, lúcido, que podían reconocerlo por su cabeza pelada. Pero no tenían nada para disfrazarlo. El célebre periodista Alfredo Serra resumió: “Secuestro amateur. Más corazón que cerebro”.

Cambiaron de auto. Entraron a una casa por la escalera de incendio. Vio que en un cuarto había un hombre herido y en otro una mujer cuidando a un niño. Lo sacaron. Lo subieron a otro auto. Lo mandaron a otra casa, esta vez en el barrio El Vedado, la zona aristocrática de la capital cubana. No le pegaron. No le gritaron. Le pidieron disculpas. Le prepararon papas fritas a caballo. Le armaron una cama. Fangio durmió plácidamente la única noche de su cautiverio.

Juan Manuel Fangio, en el coche del embajador argentino en Cuba, Raúl Lynch Guevara, habla con los periodistas a su llegada a la embajada argentina en el barrio de Miramar, después de su liberación (EFE)

 

La agencia de noticias United Press Internacional (UPI) remitió una serie de cables esa misma noche: “Juan Manuel Fangio, argentino campeón mundial de automovilismo, fue secuestrado hoy por cuatro desconocidos. Un hombre alto y fornido, vestido con americana de cuero, llegó al Hotel Lincoln, situado en el corazón de La Habana, y le amenazó con una pistola. Mientras le apuntaba por la espalda lo hizo subir en un coche (un Plymouth verde que esperaba frente a la puerta y huyó por la calle Virtudes), en el cual había tres individuos más”.

El diario colombiano El Espectador cuenta en su crónica del hecho que se comunicaron con el hotel para preguntarle por el paradero del piloto argentino. “El señor Fangio salió a dar un paseo”, le respondieron. La policía cubana tenía la orden de no darle entidad al secuestro. La agencia publicó otro cable a la madrugada: informaba que los captores eran “revolucionarios cubanos” y que una llamada anónima le atribuyó el rapto al Movimiento 26 de Julio.

El “Operativo Fangio” fue calificado por la Radio Rebelde como “retención patriótica”. El piloto había llegado a la isla para participar del Segundo Gran Premio de Cuba. El primer Grand Prix había culminado con Fulgencia Batista entregándole el trofeo al propio Fangio, después de dar 90 vueltas a 160 kilómetros por hora promedio a bordo de su Maserati. “La edición 1958 no deparaba cambio ni sorpresa alguna, salvo la lava hirviente política y subterránea -escribió Serra-. Por un lado, el grotesco dictador y criminal Fulgencio Batista, títere de los Estados Unidos y de la protegida mafia que había encontrado la isla ideal para sus negocios, que necesitaba mostrarle al mundo que ese largo lagarto verde con ojos de piedra y agua, como la describió el poeta Nicolás Guillén, era una sucursal del Paraíso terrenal. Por otro lado, la insurrección en marcha liderada por Fidel Castro y sus barbudos, que ya dominaban Sierra Maestra y no tardarían en caer sobre La Habana en la última noche de 1959”.

Tapa de un medio francés por el secuestro del piloto argentino en manos de los revolucionarios cubanos

 

Batista y Fidel, desde sus diferencias e intereses, coincidieron en la lectura: usufructuar la visita estelar de Juan Manuel Fangio y confundir en proyección de la carrera su propio propósito. Propaganda para la dictadura, agobiado por la escala de su impopularidad. Escena de denuncia para visibilizar la tiranía de Batista. Ese domingo, un día antes de la competencia, un grupo secuestró a la estrella de la carrera y otro asaltó el Banco Nacional de Cuba y, en vez de robarse el dinero, incendiaron cheques.

Ese lunes, Faustino Pérez, uno de los líderes del operativo, le acercó los diarios del día y le propuso al Chueco ver la carrera por televisión. No quiso. Los otros pilotos extranjeros habían dormido con custodia policial esa noche. A la grilla de partida en el Malecón llegaron escoltados. Más de cien mil personas asistieron a las calles del centro habanero y vivaron el nombre de Fangio con la ilusión de verlo en su monoplaza número 2. No había, hasta entonces, indicios de supervivencia del piloto. El cónsul de Argentina, Adolfo Gourdi, protestó y exigió la liberación mientras que Marcelo Giambertone, administrador deportivo de Fangio, dijo que estaba seguro de que su amigo sería liberado sano y salvo después del show.

“Si bien es cierto que cuando fue secuestrado estuvo muy preocupado, enseguida se dio cuenta que lo que se buscaba era que la noticia causara una sorpresa tal que se conociera al Movimiento 26 de Julio, liderado por Fidel Castro contra Batista. Incluso lo trataron muy bien en todo momento: le pidieron disculpas y le explicaron que la acción no era contra él o la Argentina sino contra el régimen de Batista”, expresó el periodista y biógrafo del piloto Eduardo Gesumaría, autor del libro El otro Fangio.

“Me trataron como si hubiera estado entre amigos”, dijo Juan Manuel Fangio luego de haber sido liberado (Archivo CORSA)

 

El Grand Prix de Cuba edición 1958 fue una tragedia. En la sexta vuelta, la Ferrari número 54 del piloto cubano Alberto García Fuentes hizo un extraño giro, salió de la pista y cayó sobre la multitud. Hubo gritos, pánico, fuego, seis muertos, cuarenta heridos y la suspensión de la carrera. “Señores, tal vez me hicieron un favor. No puedo menos que agradecerles”, le reconoció Fangio a Uziel, uno de sus secuestrados. “No fue mera cortesía -explicó Serra-. La Maserati 450 con la que debía correr, propiedad de un norteamericano, y a pesar de haber marcado el mejor tiempo en las pruebas del 22 de febrero, saltaba en un bache, se elevaba, y al caer rebotaba de cordón a cordón. Y no era un problema de amortiguadores, como creyeron los mecánicos: había una diferencia de cinco centímetros en la trocha, entre las ruedas. Un desequilibrio que pudo ser fatal”.

Pasaron casi treinta horas de cautiverio. El éxito lo amasaba el movimiento guerrillero con el rapto de Fangio y la suspensión de la carrera. Restaba resolver la liberación: la policía podía asesinar al piloto y responsabilizar a los rebeldes. La solución la presentó el argentino: pidió ser entregado en la embajada argentina, cuyo titular es el almirante Raúl Lynch Guevara, primo del Che Guevara. Un agregado militar entabló el contacto: lo recogieron por la madrugada en la zona de El Vedado. Estaba sano, a salvo y agradecido.

Fangio durmió esa noche en la habitación 810 del piso ocho del hotel Lincoln. Contó, a la mañana siguiente, que le había advertido a los organizadores de la carrera que restringieran la presencia de espectadores en la curva donde ocurrió la tragedia. Lamentó las muertes y agradeció que no haya sido la suya: “Hubiera podido estar en ese choque, así que mis secuestradores me pudieron haber salvado la vida”. No delató a ningún secuestrador, incluso los dejó autógrafos y los definió como “gente de ideales”. “Me trataron muy bien -declaró-. Nunca me vendaron los ojos. Cien veces me pidieron disculpas. Me parecieron macanudos. Les dije a los rebeldes que si me habían secuestrado por una buena causa, yo estaba de acuerdo”. En un manuscrito, dejó en claro que se trató de un “secuestro amable” con “trato familiar e intenciones cordiales”.

Once meses después, el movimiento revolucionario cubano provocó la caída del régimen del dictador Fulgencio Batista. El primer día de 1959 las fuerzas del Ejército Rebelde encabezadas por Fidel Castro ingresaron victoriosas en Santiago de Cuba. Faustino Pérez, uno de sus secuestradores, lo invitó a la asunción luego del triunfo de la revolución. Fangio no fue. Fidel, como presidente, se disculpó en persona con el piloto argentino. Se encontraron recién en 1981, cuando el Chueco visitó Cuba en calidad de presidente honorario de Mercedes Benz Argentina. Fangio fue agasajado en la casa donde estuvo secuestrado.

El periodista y documentalista colombiano Guillermo Angulo apuntó en la Crónica inédita de una misión clandestina la cita que en tono confidencial Fidel Castro les comentó a Gabriel García Márquez y a Guillermo Angulo en La Habana. Lo publica el sitio El Espectador: “Lo hicimos una sola vez, pero no por dinero sino por publicidad. Batista gobernaba y Juan Manuel Fangio había venido a competir en el Gran Premio de Cuba, que tenía lugar en el Malecón. Lo secuestramos con fines propagandísticos y el gobierno decidió que, de todas maneras, se hacía la carrera. Pero la publicidad mundial fue para nosotros y el secuestro. Terminada la carrera lo regresamos indemne y tuvimos aún más publicidad. Luego Fangio regresó varias veces a Cuba y siempre nos buscaba”.

En una placa del Hotel Lincoln, calle Virtudes 164, se lee: “En este mismo lugar fue secuestrado por un comando del Movimiento 26 de Julio dirigido por Oscar Lucero, el cinco veces campeón mundial de automovilismo Juan Manuel Fangio. Ello significó un duro golpe propagandístico contra la tiranía batistiana y un importante estímulo para las fuerzas revolucionarias”.

Gesumaría recordó que a 25 años del secuestro, Fangio recibió un telegrama de salutación. Arnol Rodríguez Camps, otro de sus captores, visitó el Museo Fangio en 1992. Escribió un libro de ese operativo que el argentino Alberto Lecchi hizo película: se llamó “Operación Fangio”. Su biógrafo remarcó que en cada cumpleaños, el Chueco recibía saludos de sus amigos secuestradores. En su fallecimiento, 17 de julio de 1995, hubo coronas firmadas por Fidel Castro y el Movimiento 26 de Julio decorando el sepelio.