Humberto García Larralde: “Está en su naturaleza”

Se suele apelar a la fábula del alacrán con la rana porque señala una verdad aviesa: hay seres cuyas conductas desafían la razón porque está en “su naturaleza” actuar así. Quienes pensaban que, una vez manifestada su disposición a negociar con la oposición –bajo auspicios europeos–, el régimen se entregaría a ello como si se tratara de un juego de ajedrez, no tienen idea de con quién tratamos.

El fascismo no hace política; libra una guerra contra quienes no se le someten, porque esto los hace sus enemigos. Si negocia, es con la intención de ganar tiempo para reagrupar sus fuerzas o porque se ve forzado a ello para preservarlas, pero siempre con la intención última de aniquilar a los desadaptados. “Está en su naturaleza”. Aquello de labrar consensos mínimos en torno a ciertas ideas en aras de permitir acuerdos que favorecen al pueblo, no aparece en su manual. Éste se nutre de una realidad alterna, construida evocando mitos épicos que dividen a la sociedad –su campo de batalla—entre un “nosotros”, patriotas y “revolucionarios”, y un “ellos”, formado por la chusma de traidores contrarios a su dominación. Esta visión maniquea la alimenta incesantemente con nuevas fabricaciones. La mentira es un arma de guerra. El fascismo tiene que mantener siempre la ofensiva, tensando la confrontación con consignas sencillas que alebresten las pasiones de partidarios, prestos al combate, no su apego a la razón.

Las actuaciones recientes de Maduro y los suyos parecieran dirigidas a torpedear, deliberadamente, un posicionamiento favorable ante el proceso negociador, sobre todo a los ojos de sus garantes europeos. Al apresar arbitrariamente a Javier Tarazona y otros integrantes de la directiva de Fundaredes, luego a Freddy Guevara, y acosar a plena luz del día a Juan Guaidó, vuelven a mostrar las peores tretas del fascismo criollo. Y más bochornoso todavía es escuchar al fiscal usurpador o a los hermanos Rodríguez fabular acerca de la responsabilidad de estos y otros demócratas en la violencia desatada en Apure o en la Cota 905, ambas resultado de alianzas montadas por Maduro con la disidencia de las FARC y con el Koki, que se les fueron de las manos. Sin el más mínimo sentido del ridículo, Maduro llegó incluso a denunciar que, desde España, Leopoldo López había armado al delincuente para atentar “contra el humilde pueblo venezolano”. Y Arreaza secunda la payasada culpando a Chile de recibir órdenes de los EE.UU. al cobijar en su embajada al dirigente opositor, Emilio Graterón, señalado, también, como supuesto promotor del tiroteo de la 905. No podía faltar la denuncia de que, por detrás, está la mano peluda del imperio y de la “derecha” colombiana, llegando al extremo de señalar a la policía del hermano país de suministrarle las armas al Koki. Reproducen, así, los funestos procedimientos de la Gestapo Nazi: detener a quienes se consideran enemigos para luego inventarles los cargos más funestos.





En perspectiva, sabemos que estas actuaciones en absoluto son anómalas en el proceder del régimen. Así lo recogen los informes de la Alta Comisionada de las NN.UU. para los Derechos Humanos, como de la misión especial designada por su Consejo de Derechos Humanos, y muchos reportes más. Roland Carreño tiene meses preso con base en similares fabulaciones, hace no mucho asesinaron a Fernando Albán y al capitán Acosta, estando ambos detenidos, siguen torturando a los militares dignos que no se doblegan e –imposible de olvidar—sus esbirros asesinaron a centenares de compatriotas que salieron a manifestar su derecho a la protesta entre 2014 y 2017. La confiscación arbitraria de las instalaciones de El Nacional por parte de Diosdado Cabello y tantos atropellos más, son parte de esta “naturaleza”.

Como hemos insistido, Venezuela ha sido un territorio conquistado para el saqueo por parte de Maduro, los militares corruptos y la dirigencia cubana. Pero se les está cayendo a pedazos. No hay forma de complacer las apetencias de las mafias sobre las que descansa su poder. El botín no alcanza. La alianza criminal empieza a mostrar peligrosas fisuras, como ha quedado manifiesto en Apure y en algunas zonas de Caracas, como la 905. De ahí la desesperación del régimen por que le levanten las sanciones.

Podía pensarse que el nombramiento de dos rectores demócratas en el CNE, la confesión de Tarek de crímenes cometidos por sus esbirros, la liberación de algunos presos políticos y el regreso de dirigentes exiliados, tenían como fin mejorar la posición negociadora del régimen y que, incluso, se cuidaría de violaciones como las antes mencionadas. Pero, no. Advertido de que tiene que crear condiciones electorales aceptadas internacionalmente para que sea considerado el levantamiento de algunas sanciones, Maduro reclama esto como condición previa a la negociación, junto a su reconocimiento como mandatario legítimo y el cese de acciones para desalojarlo del poder (¡!).

Destemplanzas como ésta y las disparatadas acusaciones referidas anteriormente, llevarían a dudar, en circunstancias normales, de que se está ante gente cuerda. Pero así es la “naturaleza” del fascismo.

Existen, desde luego, intentos por explicar esta conducta. Una, que Maduro le interesa sabotear la posibilidad de elecciones creíbles con la oposición, luego de conocer los resultados de las primarias del PSUV y sopesar que las fuerzas democráticas, si logran unificarse, le propinarían una paliza. En eso, estalló –¡al fin!— el formidable descontento social que sacude a Cuba. Sabiendo que el final de la tiranía antillana invariablemente pondría en peligro a la suya, el okupa de Miraflores se vio conminado a cerrar filas con sus jefes, reprimiendo “solidariamente” a la oposición venezolana. Está en la “naturaleza” de ambos regímenes. Pero he aquí que, inesperadamente (¿o no?) aparecen apoyos internacionales, no de Rusia, China, Irán y Turquía, que siempre aprovecharán las oportunidades para meterle el dedo en el ojo a EE.UU., sino de sectores autoproclamados de izquierda o de avanzada en algunos países desarrollados. El PSOE gobernante en España se niega a calificar al régimen cubano de dictadura para no contrariar a sus socios de Podemos. Y Black Lives Matter (BLM) arroja por la borda la autoridad moral adquirida en su defensa del respeto por la vida de los afroamericanos en EE.UU., al repetir el cuento del “bloqueo” que le echa la culpa a este país del estallido social ahí. Con ello, exonera la falta de libertades y la ruina provocada por la tiranía cubana, su verdadera causa. En 2020, Cuba compró USD 157 millones en alimentos a este país “bloqueador”, apenas detrás de Brasil como proveedor, con USD 158 millones[1].

Difícil, entonces, que prospere una negociación orientada a abrirle espacios a una transición que permita recuperar las posibilidades de una vida digna, en libertad, para los venezolanos, con quienes conciben la política como una guerra. Ya la Unión Europea y Estados Unidos han hecho conocer de manera diáfana su oposición a las medidas represivas recientes, alertando que ponen en peligro la negociación de una salida pacífica a la tragedia venezolana. El fascismo responde atrincherándose en la mitología construida en torno a la revolución cubana –David contra Goliat–, a ver si logra, con algunos sectores izquierdosos de estos países, neutralizar tal apremio. Debe tenerse en cuenta que sin la presión de los países democráticos, será muy cuesta arriba forzar la aceptación de condiciones electorales apropiadas en Venezuela, el cese de la represión y el respeto por los derechos humanos.

La Unión Europea ha tolerado demasiado los desplantes de la tiranía cubana, bajo el chantaje de que debe cuidarse de no enajenar la voluntad de sus esbirros, porque ello impide llegar a acuerdos en favor de una población que tiene 62 años sufriendo las mayores privaciones. Es hora de que entienda que a la tiranía, esto les importa un bledo. Está en su “naturaleza”, como en la de la mafia de Maduro y sus militares corruptos, conservar el poder como sea. Un futuro de libertades y prosperidad en Venezuela y en Cuba, se verá favorecido con una postura realista, firme y consecuente de los países democráticos.

Humberto García Larralde, economista, profesor (j), Universidad Central de Venezuela, humgarl@gmail.com