¡Ni PSUV, ni PUV, solo ciudadanía!, por @ArmandoMartini

¡Ni PSUV, ni PUV, solo ciudadanía!, por @ArmandoMartini

Armando Martini Pietri @ArmandoMartini

Despierta en numerosos sectores de la sociedad, la necesidad de explorar caminos alternos de participación ciudadana. Posición mayoritaria que se abre paso entre quienes se llaman mutuamente mafiosos, delincuentes e ilegítimos usurpadores, y cuya consecuencia, es que el país cada día funciona menos y está peor. La responsabilidad del castrismo chavista es obvia por ser Gobierno, pero también de una oposición equivocada y dividida.

Hubo un tiempo, en el cual fuimos una nación llamativa, por lo bueno. Había políticos ladrones, emprendedores privados cómplices, policías y militares abusadores, una Iglesia sermoneadora, complaciente, preocupada por el crecimiento evangélico más que fortalecer el espíritu parroquial. Había petróleo en abundancia, se advirtió que sembrarlo era lo conveniente, nadie hizo caso; en obras derramaron miserias y esparcieron la convicción falsa de un Estado rico.

Sin embargo, se dejaron arrastrar por el sentimiento más riesgoso para los políticos: creer que el poder son ellos y lo que acuerden son decisiones del poder. Y quienes empezaban a relevar a los padres de la democracia olvidaron que los fundadores, aunque envejecían, nunca borraron de la memoria: que el poder llega desde abajo, se entrega al dirigente y éste conduce. Los herederos castrados de principios, moralidad y ética, creyeron que la tarea estaba hecha, bastaba con luchar entre ellos, en sus partidos o formando otros. Así, fueron dejando de lado la fuente real generadora de poder: el pueblo, la gente, el ciudadano.





Como la epidemia, penetró sectores socioeconómicos y generó un archipiélago de creídos que se consideraron conciencia y jueces. Y por debajo, el siempre olvidado, ultrajado y burlado, eso que llaman pueblo. 

Sectores de bajos recursos, niveles intermedios y el amplío etcétera de la Venezuela del último tercio del siglo XX y lo que va del XXI; esa variedad es la clase media, sin ayudas, ni becas, programas sociales ni misiones, sino de trabajo decente y estudio sacrificado. Esa poderosa y enorme mayoría, ignorada por politiqueros, intelectuales de pacotilla y empresarios inescrupulosos.

En 1980 la inflación era temerosa, en los 90 perdió el miedo escénico. Apareció Chávez con su patota de embaucadores que se apropiaron de la injusticia e hicieron ruido. Un veterano regresó del frío para dar la razón, que faltaba. Se derrumbó el Ávila e inocentes emprendieron la búsqueda que el mequetrefe prometía. Dos décadas de espera saturadas de arbitrariedades y violaciones a los Derechos Humanos, con pocos privilegiados disfrutando, mancillando la pobreza, ofendiendo la esperanza cada vez más amarga y una oposición majadera peleando por estúpidas burocracias.

Transcurrido el tiempo, asustadizos irresponsables, divagando estulticias, dieron oportunidad a Maisanta y la leyenda de llano adentro. Se presentó la oportunidad, con popularidad impulsada por quienes después fueron desechados. Soberbias, mentiras, egos y errores hasta que, pasando por la Coordinadora Democrática inventaron la Unidad. Chávez y sus fraudes los convencieron, que los tiempos habían cambiado y ninguno de ellos, solo, podría ganarle. 

Con el desplome del castro-madurismo, retornan extremos, los mismos de siempre, y otra vez la mayoría poblacional no encuentra eco. Una oposición irrelevante, adúltera e infiltrada; y un chavismo que gobierna sin solucionar. Vuelve a surgir una enorme, creciente masa silenciosa, incómoda, frustrada y, gracias a las torpezas económicas, cada día más molesta.

Decepcionante gestión opositora, sus traspiés e insólitas justificaciones; la peor, más indecorosa y  humillante, la claudicación mejicana. Mientras la evidencia gráfica deja constancia histórica de la rendición y sumisión de los siempre fracasados entregándose a los caprichos de quienes están denunciados ante la Corte Penal Internacional de la Haya por crímenes de Lesa Humanidad, violaciones a los Derechos Humanos. Y, para atenuar, compromisos y futuras controversias, comienzan las coartadas de conversaciones peliagudas, dificultosas, complejas y de mucho tiempo, quedando a merced, del régimen opresor y controlados poderes públicos, que observan y exclaman: viviremos juntos en la vida y en la muerte. 

La gran mayoría no comulga con el PSUV ni con la PUV, juntos ni separados. Pensar lo contrario, es engañarse. Ambos perdieron la confianza, credibilidad y seguridad de simpatizantes y amigos. El ciudadano exige cambio, modificación de conductas políticas, sociales y económicas; la verdad como principio y obligación, que conecten con las carencias del pueblo; no obstante, la ciudadanía es desoída con desplante, ni siquiera por educación y cortesía, es tomada en cuenta.

En un país controlado por la delincuencia polarizada ellos tienen ventaja. Una delantera de patas cortas. Es momento de concretar vías alternas de participación e intervención ciudadana. Aunque parezca poco probable, y ambos bandos se opongan y burlen. En Venezuela se impondrá la mayoría, regla de oro en democracia. Ardua tarea pero no imposible. 

Conocidos por lo malo cada vez peor, de instituciones duplicadas e inservibles, nación de angustia y gente desesperada que huye en busca de remotas posibilidades. El régimen sigue mordiendo duro y, como el rico Epulón, deja caer migajas a una oposición unida en la desunión, acomodaticia y peor, perjura del gentilicio venezolano.

La dirigencia debería tener por lo que hizo con sí misma esa desazón que tiene el creador cuando da un paso atrás, observa su obra, mira y ve una porquería. 

@ArmandoMartini