El crimen conmocionó el Táchira en los años 50: las mató a garrotazos, las amarró y las hundió en el río Uribante

El crimen conmocionó el Táchira en los años 50: las mató a garrotazos, las amarró y las hundió en el río Uribante

Policia, suceso, crimen
Foto: Scott Rodgerson

 

El doble crimen perpetrado el 18 de noviembre de 1955 en la aldea Las Guacas, poblado limítrofe entre El Cantón, estado Barinas y el Táchira, fue por mucho tiempo el crimen más negro y abominable de la historia delictiva de la región andina.

Por La Prensa Táchira





Eva Coronado y su pequeña hija fueron víctimas de un asesino sin escrúpulos que desató su ira sobre ellas y luego intentó salirse con la suya.

Calificado por los medios como un asesino lombrosiano, Gabriel Hernández González, de 38 años de edad, oriundo de Río Chiquito, distrito Junín, mató a su concubina y a la hija de esta sin ningún escrúpulo y tras intentar esconder su crimen, sin éxito, confiesa su acto de crueldad sin que pueda verse en él alguna señal de remordimiento.

Encuentro

Gabriel Hernández González era un agricultor de 38 años de edad, oriundo de Río Chiquito, distrito Junín. En el año 1946 se muda a la aldea Las Guacas de Rivera, ubicada en un lugar llamado El Cantón en la línea que colinda con Barinas. Estando allí adquiere un pequeño conuco llamado “Los Jabillones”, donde se mudó con su hijo, quien tenía en ese momento 6 años de edad.

Tras 9 años viviendo en la zona, en agosto de 1955, Hernández recibe en su finca a una mujer acompañada por una niña, quien le pidió trabajo.

Le aseguró que era viuda, que estaba sola con su pequeña y que necesitaba trabajo y donde dormir. Es así como Gabriel Hernández contrata a la señora llamada Eva Coronado, de 48 años de edad, como empleada doméstica y con ella a su pequeña Blanca, de tan sólo 9 años.

Al pasar los días, Gabriel, quien tan sólo vivía con su hijo Ramón Hernández, de 15 años, fue enamorándose de Eva. Es así como en unas semanas este le ofrece una relación sentimental y la mujer acepta ser su concubina. Tras tres meses de convivencia, la relación entre la pareja no va tan bien como esperaban.

Según cuenta el mismo Hernández, Eva era una mujer muy celosa y a cada momento le insultaba y le reclamaba un supuesto amorío que tenía con una mujer de la zona. Los días fueron transcurriendo en medio de peleas y malos tratos, hasta que Gabriel tomó la cruel decisión, optó por deshacerse de su concubina y acabar con las constantes peleas.

El crimen

El 18 de noviembre de 1955, Gabriel y Eva se entablan en una nueva pelea, pero ya Hernández tenía decidido acabar con el problema. Según el testimonio de Gabriel, esa noche del 18 de noviembre la riña había estado más intensa, Eva había tomado una cuchilla y le amenazó de muerte, había dicho que esa noche lo iba a matar, y lo comenzó a perseguir por la casa con el arma en su mano.

El asustado hombre corrió hacia la cocina y ella se fue tras él. Hernández tomó una astilla de leña y le golpeó la mano para tirarle la cuchilla, y cuando la mujer quiso recogerla el hombre aprovechó la ocasión y le propinó un fuerte garrotazo en la nuca, causándole la muerte de forma inmediata.

El hecho fue presenciado por la hija de Eva, la niña de tan sólo 9 años de edad, quien, según contó Gabriel, también estaba armada, tenía una machetilla en la mano, segmento de la historia que pone entredicho la veracidad de lo ocurrido. Por lo que el hombre arremetió contra la niña y le dio un fuerte golpe en la sien que la dejó muerta en el acto.

Con los dos cuerpos en frente, el hombre se da cuenta de lo que ha hecho y se sienta en una banca ubicada en la cocina y comienza a pensar en la vida y lo que le había ocurrido, para finalmente decidir deshacerse de los cuerpos, pues estaba consciente de que tendría que enfrentar la justicia y estaba dispuesto a hacer todo para evitarla.

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