El increíble caso del criminal que eludió la pena de muerte durante 13 años y fue dos veces a la cámara de gas

El increíble caso del criminal que eludió la pena de muerte durante 13 años y fue dos veces a la cámara de gas

Los abogados del criminal habían pedido clemencia por su vida, ya que en su infancia había sido víctima de violencia

 

 

 

“Podés ser un rey o un barrendero, pero todos bailan con la muerte”, dijo Robert Alton Harris y fue lo último.

Por Infobae

Eran las 6.07 de la mañana del 21 de abril de 1992 y acababan de atarlo de pies y manos, por segunda vez en tres horas, a la silla de la cámara de gas de la prisión de San Quintín, en California, donde no habían ejecutado a nadie en 25 años. Después de esas palabras mal citadas de una película, Harris no volvió a abrir la boca más que para tragarse el gas que lo mató después de una agonía que duró 14 minutos.

En ese tiempo, tal vez haya recordado algo de sus 39 años de mala vida, desde que nació con síndrome de alcoholismo fetal y dos meses prematuro después de que su padre Kenneth, héroe de guerra pero borracho perdido, acelerara el proceso con una violenta patada en el vientre de su madre Evelyn, que no había participado de otra guerra que la de su violento matrimonio y también le daba a la botella sin respiro.

Tal vez, si se puso a recordar, haya visto de nuevo las caras de los dos chicos de 16 años a quiénes les robó el auto a punta de pistola con su hermano Daniel en el estacionamiento de un supermercado, hizo que uno de ellos condujera hacia un camino perdido, donde los obligó a arrodillarse y los ejecutó de dos tiros en la cabeza mientras rezaban y rogaban.

Tal vez haya vuelto a sentir el sabor de las dos hamburguesas con queso que los chicos estaban comiendo cuando los asaltaron y que él y Daniel terminaron de comer sentados en el auto, mientras los cadáveres que se desangraban sobre la tierra a unos pocos metros.

Si recordó algún buen gesto, solo pudo haber sido el de haber asumido ante el tribunal que los disparos mortales los hizo él, con lo que le salvó la vida a su hermano menor, al que solo habían condenado a seis años por robo y secuestro.

Cuando lo sentaron por segunda vez en un mismo día en la silla de la cámara de gas de San Quintin, Robert Alton Harris llevaba casi trece años luchando contra su ejecución y esquivándola. La última había sido apenas dos horas antes, cuando exactamente a las 3.49, llegó una última suspensión, segundos antes de que abrieran la válvula del gas mortal.

Tal vez haya esperado que ocurriera lo mismo a las 6.07, pero en esa ocasión no hubo llamada telefónica ni postergación, con lo que Robert Harris se convirtió en el primer ejecutado en la cámara de gas de San Quintín desde 1967 y también en el primer hombre en morir por orden del Estado en California desde la reinstauración de la pena de muerte en 1976.

Una infancia infernal

Como se dijo, Robert Alton Harris nació antes de tiempo y a las patadas en Fort Bragg, Carolina del Norte, quinto de los nueve hijos de Evelyn y Kenneth Harris, un sargento del ejército estadounidense que podía colgarse en el pecho una Estrella de Plata y un Corazón Púrpura por sus heroicos servicios durante la Segunda Guerra Mundial.

Corría enero de 1953 y, quizás por sus servicios distinguidos, a Kenneth todavía no le habían dado de baja en el ejército, aunque el hombre hacía rato que había dejado de lado las armas para empuñar la botella. En eso lo acompañaba con gusto Evelyn, a quien el alcohol no solo la ayudaba a sobrellevar la vida con Kenneth sino también a hacer la vista gorda con los abusos sexuales que el sargento cometía con sus hijas mayores.

Robert también creció pasándola muy mal. Kenneth estaba convencido de que no era hijo suyo sino producto de una aventura de Evelyn. De ahí la patada en el abdomen con que le apuró el parto de su mujer y los golpes que le propinaba al chico con cualquier excusa.

Se puede decir que, durante su infancia, Robert solo vivió momentos de relativo alivio durante los períodos que su padre pasó encarcelado dos veces, entre 1963 y 1965, por abusar sexualmente de sus hijas. Cuando Kenneth cayó preso otra vez por el mismo motivo, Evelyn lo abandonó definitivamente y comenzó a llevar una vida errante con sus hijos en el Valle de San Joaquín, cambiando de vivienda y de trabajo a cada rato.

Los primeros delitos

Lo detuvieron por primera vez a los 13 años, por robar un auto, y lo mandaron cuatro meses a un centro de detención de menores, donde fue violado varias veces por los detenidos mayores que él.

Cuando lo liberaron, en 1967, Robert pensó en volver a vivir con su madre, pero Evelyn no quiso saber nada con él y lo dejó varado a su suerte en Sacramento. Pensó entonces en ir a vivir con una hermana y un hermano mayores que estaban en Oklahoma. Estuvo un tiempo con ellos, hasta que lo detuvieron por el mismo delito que la primera vez: robó un auto y huyó manejando a Florida, donde la policía le puso las manos encima.

Pasó los siguientes tres años en diferentes centros juveniles de ese estado y de California. Esta vez nadie se atrevió a tocarlo, Robert Harris había aprendido de la experiencia de su primera detención y sabía defenderse.

 

Una imagen de Harris, en 1985. (grosbygroup)

 

A los 19 años lo mandaron a una cárcel de adultos en Chula Vista, California, para terminar de cumplir su última condena como menor. Lo liberaron a principios de 1973.

Se fue a vivir al condado de Imperial, California, en un parque de casas rodantes, donde estaba su hermano Ken. Alquiló una para vivir con su novia, y en octubre de 1974 la pareja tuvo un hijo, al que llamaron como él, Robert.

A pocos metros de la casilla de Robert estaba la de Ken. Su hermano vivía con su propia mujer y otra pareja. Robert Harris no demoró en enemistarse con el hombre, otro Robert, pero de apellido Wheeler. Las versiones son dudosas, pero hubo quienes dijeron que esa enemistad surgió cuando Harris empezó a acosar a la esposa de Wheeler.

Una noche de 1975 los dos Robert se fueron a las manos y Harris mató a golpes a Wheeler. Cuando lo detuvieron dijo que había actuado para defender a la esposa de la víctima porque el hombre la estaba maltratando, pero todos los testigos coincidieron en que lo había atacado sin que se viera la más mínima provocación.

Lo declararon culpable de “homicidio voluntario” y lo condenaron a una pena de cárcel en San Luis Obispo, de donde salió en libertad condicional a principios de 1978.

Estaba nuevamente solo: mientras estaba preso su mujer consiguió el divorcio y se fue sin dejar rastros, llevándose a su hijo.

Doble asesinato en San Diego

Tenía 25 años y ningún lugar a dónde ir. La familia le había dado la espalda: primero su madre Evelyn, después su hermano Ken, los otros no querían ni hablar de él. Solo el menor de todos, Daniel, que vivía en Visalia, California, aceptó recibirlo.

 

Un retrato de Michael Baker, uno de los adolescentes asesinados

 

Ninguno de los dos tenía dinero, y Robert no conocía otra manera de conseguirlo que no fuera robando. Pero esta vez, pensó, lo haría a lo grande. No se sabe cómo, pero convenció a Daniel, que nunca había cometido hasta entonces un delito, de robar un banco.

Primero debía conseguir las armas, pero eso no les resultó difícil, porque Daniel sabía que uno de sus vecinos tenía dos guardadas en un cajón de su casa. Sólo tuvo que esperar a que el hombre se fuera para entrar por una ventana y llevárselas.

Ese mismo día, 2 de julio de 1978, los hermanos viajaron hasta San Diego en el auto de Daniel. Al día siguiente compraron municiones y practicaron tiro en una zona alejada. El 4 de julio estudiaron la sucursal de Mira Mesa del San Diego Trust and Savings Bank y les pareció que robarla a punta de pistola no sería difícil.

Solo les faltaba conseguir un auto para la huida, para no utilizar el de Daniel. Decidieron hacerlo un rato antes del asalto, para no dar tiempo a que la policía lo buscara.

El 5 de julio salieron a recorrer la zona para conseguir el auto. La oportunidad se les presentó en el estacionamiento del supermercado de Mira Mesa – a menos de dos cuadras del banco que pretendían asaltar – cuando vieron a dos adolescentes sentados en un Ford LTD.

John Mayeski y Michael Baker, los dos de 16 años, tenían motivos para celebrar ese 5 de julio. John había conseguido el día anterior el registro de conductor y los chicos – amigos desde la escuela primaria – había decidido festejarlo con una excursión de pesca al lago Miramar. Antes de ir, se detuvieron en el supermercado para comprar algunas provisiones y de paso, compraron dos hamburguesas con queso y se sentaron a comerlas en el auto del padre de John.

 

John Mayeski estaba feliz porque había conseguido obtener la licencia para conducir

 

En eso estaban cuando los hermanos Harris les apuntaron con sus armas por las dos ventanillas. Robert subió al asiento trasero del Ford y les dio la orden de ir hacia el lago, mientras Daniel los seguía con su propio auto.

Cuando llegaron, Robert les dijo que querían el auto para asaltar un banco y que nadie saldría herido, pero después cambió de idea y los hizo bajar y arrodillar. Los chicos empezaron a llorar.

“Dejen de llorar y mueran como hombres”, les dijo Robert antes de disparar. Después, Daniel y él terminaron de comer lo que quedaba de las hamburguesas que los chicos habían estado comiendo en el auto.

Una hora después entraban al banco y huían con unos dos mil dólares en efectivo. Dentro de la sucursal no encontraron resistencia, pero jamás imaginaron que un vecino del lugar, al ver el robo, decidió seguirlos en su auto para darles su ubicación a la policía.

Los detuvieron una hora después. Steven Baker, uno de los policías que los arrestó, todavía no sabía que Robert, además de asaltar el banco, un rato antes había matado a su hijo Michael en el lago Miramar.

Eludiendo la cámara de gas

Los hermanos Harris debieron enfrentar dos juicios. Uno local, por los delitos graves de robo de automóviles, secuestro, asesinato y robo; el otro, Federal, por el robo al banco.

El juicio federal fue rápido: Robert Harris se declaró culpable del robo al banco, aceptó haberlo planificado y ejecutado, y recibió una condena de 25 años. Daniel, como cómplice, negoció una pena menor.

El 6 de marzo de 1979, Robert Harris fue condenado en el Tribunal Superior del Condado de San Diego por dos cargos de asesinato en primer grado con circunstancias especiales, así como dos cargos de secuestro, y fue sentenciado a muerte. El hermano mayor se hizo cargo de los asesinatos y Daniel fue declarado culpable solamente de secuestro y sentenciado a seis años en una prisión estatal.

La primera movida de los abogados de Robert para evitar la ejecución fue un pedido de clemencia al gobernador de California, Pete Wilson, que en el momento de los crímenes eran alcalde de San Diego. La petición se basaba en la infancia desgraciada y llena de abusos vivida por el reo.

El gobernador se negó a conmutar la pena y lo explicó en una conferencia de prensa: “Tan grande como es mi compasión por Robert Harris el niño, no puedo excusar ni perdonar la elección hecha por Robert Harris el hombre”, dijo.

Durante los siguientes doce años, Robert Harris obtuvo varias suspensiones de la sentencia, que luego fueron revocadas por tribunales superiores. Desde 1967 que no se ejecutaba a nadie preso en San Quintín y tampoco se había consumado ninguna ejecución en todo el Estado de California desde que la pena de muerte había sido restituida en 1976.

Dos veces atado a la silla

La madrugada del 21 de abril de 1992, Robert Harris se convirtió en un caso único en la historia de la pena de muerte en los Estados Unidos, al ser atado a la silla de la cámara de gas dos veces en un mismo día.

 

Un titular de un medio norteamericano, el día que Harris fue ejecutado

 

La primera ocurrió a las 3.49, poco después de que comiera su última cena, compuesta por pizza, pollo frito y Pepsi Cola. También había fumado algunos cigarrillos Camel antes de caminar por el corredor de la muerte.

Cuando estaba por abrir la válvula del gas, el Noveno Circuito emitió una orden de mandato de emergencia anulando la orden de restricción y la ejecución quedó suspendida.

Robert Harris volvió a su celda y se disponía a dormir cuando la Corte Suprema de los Estados Unidos anuló la orden de restricción del Noveno circuito y ordenó que se lo ejecutara de inmediato.

Harris volvió a caminar por el corredor de la muerte, lo volvieron a atar a la silla y exactamente a las 6.07 abrieron la válvula del gas que lo mató luego de una agonía de 14 minutos. Sus últimas palabras quedaron para siempre en el grabador del alcalde de San Quintín, Daniel Vásquez: “Podés ser un rey o un barrendero, pero todos bailan con la parca”.

Ni siquiera a la hora de su muerte, Robert Harris pudo hacer algo bien. Había citado mal una frase de la película Bill & Ted’s Bogus Journey (El viaje falso de Bill y Ted):

“Podés ser un rey o un pequeño barrendero, pero tarde o temprano bailás con el segador”.

Eso sí, como el primer reo ejecutado en la cámara de gas en California después de 25 años, Robert Harris tendría su propia película: el documental holandés de 1995 “Procedimiento 769, testigo de una ejecución”.

 

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