A 30 años de los niños asesinos que mutilaron sin piedad a un bebé y el enigma de sus vidas después del horror

A 30 años de los niños asesinos que mutilaron sin piedad a un bebé y el enigma de sus vidas después del horror

James Bulger tenía dos años cuando fue secuestrado por dos niños de 10 en un shopping donde se encontraba con su mamá

 

Fue solo un instante. Un parpadeo. Denise soltó por unos momentos la mano de su hijo James de 2 años, que estaba parado junto a ella, y se concentró en el vendedor que la atendía del otro lado del mostrador. Había pasado por la carnicería A.R. Tym’s. Era viernes y quería ver qué comprar para cocinar el fin de semana para su familia.

Ese 12 de febrero de 1993 hacía bastante frío, el termómetro marcaba 7 grados y estaba nublado, pero dentro del Centro Comercial New Strand, de Bootle, un suburbio a unos 7 kilómetros de la ciudad de Liverpool, en Gran Bretaña, estaba muy agradable. James, además, iba abrigado con una gruesa campera.





Mientras Denise elegía el corte, sacaba el dinero de su billetera y pagaba, las agujas del reloj corrieron tres precisos y preciosos minutos (de 15:37 a 15:40). Cuando Denise volvió a bajar la vista para buscar la mano de James, ya no lo encontró. Miró a su alrededor y tampoco lo vio. Entró en pánico.

¿Qué madre no ha pasado alguna vez por ese segundo de miedo que estruja el estómago y termina con la angustia disuelta en un abrazo consolador? En un shopping, en una plaza, en un local concurrido, en la playa…

Pero esa no sería para nada la historia de Denise y James. En esos escasos minutos de esa fatídica tarde, se estaba consumando el caso que horrorizaría a Gran Bretaña, y al mundo, durante décadas.

El itinerario de Denise

Cuando ella se desespera solo han pasado tres minutos. Pregunta a todos por su hijo. Nadie lo ha visto. Se dirige a la gente de seguridad del shopping y ellos piden por James Bulger por los altoparlantes. Nada. Veinte minutos después la policía ya está involucrada en su búsqueda.

Las cámaras del shopping (las imágenes no eran demasiado claras en ese momento, pero técnicos especialistas lograrán mejorarlas más tarde) muestran al pequeño James irse de la mano con dos chicos. A las 15:43 se ve a los tres menores salir del shopping New Strand. Rebobinando las imágenes se observa a dos niños que se acercan a James a las 15:38. A las 15:41 las cámaras los captan caminando tranquilamente por la galería principal.

 

Las imágenes de las cámaras de seguridad muestran a Thomson y a Venables llevándose al pequeño James del shopping tomándolo de la mano. Luego llegarían la tortura y el brutal crimen

 

Cuando los noticieros vespertinos dan la noticia de que un niño pequeño ha desaparecido dentro de un centro comercial, las familias británicas se espantan: sienten que les podría haber pasado a ellos. Pero los padres de James se tranquilizan, ya han visto que los “secuestradores” no son adultos, solo son otros niños.

Denise y Ralph Bulger se convencen de que todo saldrá bien, se trata de una travesura: “Miré a Denise y sonreí. Va a estar todo bien, le dije. Son solo dos pequeños chicos”, recuerda Ralph.

No podían anticiparse a la maldad que demostrarían esas criaturas.

Después de un viernes y sábado frenéticos para la familia y la policía, llegó el domingo 14 de febrero. Ese día se halló a James Bulger sobre las vías de la estación abandonada Walton & Anfield.

El encargado de comunicarle a Denise la espantosa noticia fue el detective a cargo de la investigación, Albert Kirby, de la policía de Merseyside. Venía de encontrar el cuerpo mutilado cuando se topó con Denise en el estacionamiento del cuartel de policía. Así lo recordó: “Me estaba acercando a Denise cuando ella se dio cuenta de había pasado lo peor… y gritó de una manera que jamás olvidaré”.

 

Robert Thompson y Jon Venables. Su maestra fue quien los reconoció en las precarias imágenes de las cámaras de seguridad y dio sus nombres para que la policía pudiera hallarlos (AP)

 

¿Pero quiénes eran esos chicos de las imágenes de CCTV? Fue una mujer que había observado el video en la tevé la que aportaría los nombres. Era una maestra que había reconocido en esas figuras borrosas a dos alumnos suyos, muy problemáticos, que justamente el viernes 12 habían faltado a su clase. Dos días después del hallazgo del cuerpo ella se presentó en la estación de policía Marsh Lane, de Bootle, y dijo que Jon Venables y Robert Thompson no habían ido al colegio aquel viernes, que había visto en la manga de Jon el día anterior pintura azul y que los dos secuestradores que todos habían visto en la televisión tenían solamente 10 años.

La policía se dirigió a los domicilios de Venables y de Thompson donde descubrieron sangre y pintura en sus ropa y zapatos. Los habían encontrado.

El itinerario de James

Aquella tarde, James se alejó de su madre siguiendo a dos chicos. Entretenido los siguió hasta afuera del shopping. Al principio lo llevaban de la mano, pero poco tiempo después comenzaron las torturas. Le esperaba un itinerario de 4 kilómetros de terror a través de Liverpool. En su camino, lloró, pidió por su madre, recibió patadas y golpes, iba agotado… esos chicos lo llevaban a la rastra. Cuando pasaron por el canal Leeds and Liverpool, a unas cuatro cuadras del shopping, lo empujaron con fuerza tirándolo de cabeza sobre el pavimento. James se lastimó la cara y un enorme hematoma le salió en la frente. Desconsolado siguió marchando a los tumbos. Venables y Thompson le pusieron la capucha del anorak para que no se viera su carita lastimada. Los captores se reían de él, y la gente que los veía pasar (fueron 38 los testigos que poco y nada hicieron) pensaban, con inocencia, que eran hermanos peleando.

Días después, esos testigos se descubrirían cómplices de un homicidio que, con la intervención de un adulto, podría haberse evitado. Con el correr de las noticias aparecían los arrepentidos. Un hombre contó que vio a Thompson pegarle una patada en las costillas al más chico de los tres. Les preguntó qué estaba pasando, pero ellos zafaron diciendo que eran hermanos. Una mujer mayor observó sollozar a James y también los encaró. Otra vez, los chicos más grandes mintieron: le dijeron que lo habían encontrado perdido. Ella les propuso ocuparse y llevarlo a la estación de policía. Pero cuando le pidió a otra mujer que cuidara de su propia hija, la respuesta de esa otra mujer condenó a muerte a James: le dijo que ella no podía cuidar de su hija porque tenía un perro peligroso que no se llevaba bien con los niños. Una cadena de hechos lamentable para un salvataje frustrado.

 

James Bulger con su madre

 

Venables y Thompson siguieron su camino y se introdujeron con James en un par de negocios. Robaron pintura azul para maquetas, un muñeco Troll y unas baterías. En un local de mascotas, el dueño, que ya conocía a los vándalos, los echó. Venables antes le dijo que James era el hermano menor de Thompson. Mentiras y más mentiras para seguir martirizando a James a su gusto.

Cuando llegaron al terraplén de una estación de tren semiabandonada pasó lo peor. Lo golpearon con violencia con ladrillos y piedras, le arrojaron la pintura azul a los ojos, le patearon la cara (el zapato de Thompson quedó estampado en su mejilla). Luego saltaron sobre su cuerpo fracturando sus manos y costillas. Le introdujeron pilas en la boca y le tiraron encima de la cabeza una barra de hierro de diez kilos que le provocó diez fracturas más. Luego, para terminar, colocaron a James atravesado sobre las vías y le taparon la cara con escombros. El tren pasó y cortó el cuerpo por la mitad.

El patólogo forense, Alan Williams, determinó que James tenía 42 heridas. Eran tantas que dijo no poder determinar cuál de todas ellas le había quitado primero la vida. Además, creyó ver connotaciones sexuales en el caso ya que el cuerpo había aparecido sin pantalones, sin calzoncillos, sin medias y sin zapatos y, según afirmó, con el prepucio manipulado y retraído.

Para leer la historia completa, aquí