Los países de Latinoamérica que mantienen las controvertidas pensiones vitalicias para sus expresidentes

Los expresidentes latinoamericanos reciben distintos tipos de remuneraciones por sus servicios prestados. / AFP

 

 

 





Una pregunta recorre América Latina y causa polémica: ¿los presidentes que dejan el cargo deben cobrar pensiones especiales por el resto de sus vidas?

Por BBC Mundo

En los últimos meses surgieron pedidos de legisladores en países de la región como Argentina, Ecuador o Costa Rica para eliminar las jubilaciones vitalicias a sus exjefes de Estado, como hizo México antes de desvelar cuánto costaban.

Este tipo de pagos existen en otras partes del mundo y desde hace décadas en Latinoamérica, no sólo como retribución a los presidentes por sus labores prestadas sino para prevenir que se unan a empresas o grupos de interés particulares, señalan expertos.

“Eso es lo que se quiere evitar”, dice Javier Corrales, profesor de ciencia política en el Amherst College de Estados Unidos y experto en temas de poder presidencial en América Latina. “No es bueno que los presidentes de un país tengan que vender sus servicios en el mercado laboral”, agrega en diálogo con BBC Mundo.

Sin embargo, observa motivos específicos para que las remuneraciones vitalicias a los expresidentes estén ahora bajo críticas y revisión.

“De por vida”

Varios países latinoamericanos otorgan por ley pagos especiales a sus expresidentes, con distintos montos y criterios. Algunos las retribuyen además a antiguos vicepresidentes o a los cónyuges de quienes mueren luego de gobernar.

En Argentina, la pensión vitalicia a los exjefes de Estado iguala lo que cobra un juez de la Corte Suprema, que según su antigüedad equivale a entre US$4.500 y US$6.300 por la cotización del dólar en el mercado (es cerca de la mitad de ese monto por la cotización oficial).

Desde la oposición argentina han planteado eliminar esos pagos extraordinarios, en medio de una polémica porque la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner cobra dos pensiones: la suya y la de su fallecido esposo Néstor Kirchner, quien ejerció el cargo antes que ella.

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