Alfredo Maldonado: San José y el infierno venezolano

Alfredo Maldonado: San José y el infierno venezolano

Este domingo es Día de San José, con mis saludos más cordiales al santo carpintero padre en la Tierra de Jesús el Hijo de Dios, juzgado reticentemente por el romano gobernador del imperialismo de entonces por exigencia de los políticos de siempre, que también los había allá en Jerusalen, no se llamaban CEN ni Comité Central, sino Sanedrín.

Saludos a quien en estos tiempos estaría pariendo entre ingresos ínfimos, malandraje popular y de un Gobierno que se equivoca permanentemente en medio de explicaciones habituales y nuevos sueños renovados y rápidamente forzados a cambiar, aunque nunca fuesen del todo originales. Aquellos romanos crearon con las legiones y el derecho un imperio que duró quince siglos, los venezolanos revolucionarios de hoy crearon sin derecho ni contundencia un imperio más bien pequeñito que en apenas veintipico de años comenzó a desmoronarse.

Tendría uno que pedirle a San José que meta su mano carpintera, que como patrono del trabajo se ponga fastidioso con su Hijo para que le consiga trabajo digno a los millones que pasan hambre entre pandillas, comunas, uniformados abusadores y gobernantes que no tienen la menor idea de cómo arreglan lo que es de Dios y lo que es del César –o sea, de Maduro y sus apóstoles poco eficientes-, el problema es que Jesús vino a arreglar a los hombres y sus almas, no sus torpezas.





Jesús trajo el mensaje del perdón entre los hombres, pero así como después se aguantó la Pasión y Muerte a las cuales lo condenó el populismo, la debilidad de la ley ante el populacho y los políticos de turno, antes echó a latigazos e improperios a los comerciantes del Templo, no por comerciantes sino porque aquél era terreno de oración y no de comprar y vender, como Las Mercedes.

Este domingo es día de San José, día de humildad y de trabajadores, recordatorio de un régimen que se gastó los reales en derroches, desparpajo y poder armado, y que ahora no sabe cómo disfrutar de sus ganancias en medio de los reclamos y los josés que ya no esperan revoluciones ni comandantes hambrientos del fervor popular y los dólares, sino cómo alimentar a sus familias con los callos de sus manos y dignidad.

Este domingo es otro día perdido en este infierno donde cuando hay agua no hay luz, cuando hay luz no hay Metro, cuando hay Metro no hay lo que usted quiera, ¿se acuerdan del chiste aquel?