Francisco José Delgado: Emociones que construyan

Francisco José Delgado: Emociones que construyan

Cualquiera que sea escogido como autoridad en las próximas elecciones de la Universidad Central de Venezuela tendrá ante sí una tarea gigantesca: rehacer el funcionamiento institucional, activar mecanismos que puedan generar los recursos que la universidad necesita, configurar un nuevo tipo de relación con la sociedad y con el Gobierno, y llevar a cabo un conjunto de transformaciones impostergables en la administración, la extensión, en la estructura académica y en los programas de pregrado y postgrado. Todo esto tendrá que procurar hacerlo, además, en una situación de extremo deterioro de las  condiciones materiales de vida, así como de una extendida desesperanza.  

Las dimensiones de semejante reto pueden llevar a pensar que se trata de un esfuerzo condenado de antemano al fracaso o a obtener logros muy modestos. Motivos para ser pesimista sobran y no hay que extrañarse de que se estime lejana, en una situación tan difícil, la posibilidad de éxito. Lo que quiero plantear aquí es que, dado que la recuperación de la Universidad Central como componente básico de la vida venezolana requerirá el compromiso y el trabajo de un gran número de personas, la cuestión esencial para el liderazgo es la de cómo motivar y asegurar dicho compromiso.  Está claro que ello no se alcanzará si no hay una mejoría significativa de los salarios de quienes laboran en la institución, porque de esto dependen cosas tan básicas como poder trasladarse y permanecer la jornada completa en la universidad, pero hace falta mucho más. Lo que alimentará la voluntad, la determinación y el ánimo de cada uno de nosotros es el sentimiento genuino de estar participando en un esfuerzo colectivo cuyo éxito, por diversas causas, también es vital para el país. 

Ahora bien, no es con discursos emotivos, gritos, lágrimas y gastados lugares comunes como se generará en la universidad el entusiasmo que necesita hoy. Tratándose de una comunidad cuyo rasgo más característico es el cultivo de la racionalidad, las emociones profundas vienen ligadas en ella a la vocación por el estudio, a los descubrimientos, al orden lógico, a la búsqueda de la verdad y a la creación intelectual y estética. Motivar a una comunidad tal a extender nuevamente la mirada en un horizonte histórico amplio y a actuar en consecuencia sólo es posible con decisiones y planes que pongan de manifiesto la disposición a transformar la precaria realidad institucional. Las emociones que se requieren para construir y para sostener ese esfuerzo en el tiempo sólo podrán nacer de las ideas que interpreten correctamente las circunstancias de la universidad y que se orienten a la recuperación de su rol histórico en la vida venezolana.  





En las próximas semanas, cada elector tendrá la carga de examinar los mensajes y los planes de los diferentes candidatos, separando la sinceridad y la impostura, el trigo y la paja, la vocación de servir y la ambición personal, los proyectos sensatos e innovadores y los clichés que tienen décadas circulando. Cada candidato, a su vez, se enfrenta al reto de persuadir a una comunidad que es más escéptica, que está desencantada con el liderazgo tradicional, harta del letargo, la parálisis y el ambiente agónico de los últimos años, pero que es más difícil de movilizar en la búsqueda de metas comunes. Como aspirante que soy a dirigir la Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas de la UCV en el próximo periodo decanal, no tengo dudas de que una de las claves para la recuperación de la universidad se encuentra en este terreno: lograr que la emoción de ser parte de un gran proyecto de restablecimiento de la principal institución académica del país, consiga arraigar en el alma de cada uno de los miembros de nuestra comunidad. 


Profesor de Filosofía del Derecho en la Escuela de Derecho de la Universidad Central de Venezuela