El arma, el reloj y el bigote: el hombre que disparó a Pablo Escobar cuenta detalles desconocidos del momento

El arma, el reloj y el bigote: el hombre que disparó a Pablo Escobar cuenta detalles desconocidos del momento

El arma, el reloj y el bigote: el hombre que disparó a Pablo Escobar cuenta detalles desconocidos del momento

 

 

 





Días antes del 2 de diciembre de 1993, el entonces mayor Hugo Aguilar y una decena de policías que formaban parte del Bloque de Búsqueda contra Pablo Escobar tenían en la mira al hombre más temido del mundo después de que burlara repetidamente el cerco de las autoridades.

Se movía por Los Olivos, un barrio ubicado en el occidente de Medellín, según indicaban los rastreos de un radio Thomson, de origen francés, suministrado a la Dijín por la DEA. Los 25 uniformados que participaron en la operación sabían que Escobar, agobiado por la soledad y la desconfianza hasta de su propia sombra, había pedido un radioteléfono para comunicarse con su familia.

Durante la búsqueda, en la que todos los hombres vestían de civil, uno de ellos observó a Escobar irreconocible: barbado, con más de 20 kilos de sobrepeso, mal arreglado y al lado de un taxi con el que engañaba a la ciudadanía. Ese carro fue encontrado en la casa donde días después fue dado de baja.

“Estaba al frente de una discoteca, en un puesto de empanadas, con una Coca-Cola en la mano”, narró Aguilar. Los policías pidieron intervenir, pero el entonces mayor no lo permitió. “Hay que estar seguros. No podemos fracasar”, ordenó. El capo –según Aguilar– se disfrazaba de cura, taxista, empleado del servicio de aseo, mendigo y hasta vestía de policía.

El rastreo siguió. Escobar volvió a hablar con su hijo días después. El plan estaba diseñado. Dos de la tarde, 2 de diciembre de 1993. Aguilar ordenó que sus hombres, antes de la operación, escribieran cartas a su familia y les mandaran regalos a sus hijos. No sabía si saldrían vivos.

Aprovecharon el ruido inclemente de las máquinas de cemento que trabajaban en la plancha de una edificación ubicada al lado para despistar a Escobar. “Pregunté, casi en silencio, quién era el maestro de obra y uno de ellos me respondió: ‘Yo’. Le pedí que se tirara al piso porque iba a hacer una operación contra Pablo Escobar”, relató. Unos, por temor, se lanzaron hasta en el cemento recién puesto.

Un teniente partió la puerta de un golpe e inmediatamente ingresaron. Escobar permanecía oculto en el interior de la vivienda de tres pisos, sin percatarse por el ruido desesperante de la cementera. Miraron la sala, la cocina, el cuarto de la empleada, y Escobar no aparecía, aunque su voz se oía, pues seguía hablando por radioteléfono.

“Cuando empecé a subir la escalera, Pablo Escobar me vio de frente y dijo: ‘Aquí está sucediendo algo’”. Colgó su teléfono, sacó la pistola que tenía en una sobaquera y le lanzó a Aguilar cinco tiros. “Yo me agaché, le pegué el golpe a mi fusil y se me fue la ráfaga al techo. Gracias a Dios era de machimbre. Si hubiera sido en cemento, el rebote nos hubiera matado”, recordó.

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