Madre Dios, la líder de una secta hallada 12 días después de su muerte que esperaba ser salvada por Robin Williams

Madre Dios, la líder de una secta hallada 12 días después de su muerte que esperaba ser salvada por Robin Williams

Amy Carlson fue Madre Dios, la líder de Love Has Won, una secta que transmitía cada uno de sus movimientos cotidianos por internet y que documentó la lenta muerte de Amy (Créditos: HBO Max)

 

28 de abril de 2021. Una pequeña casa rústica de Crestone, un pequeño pueblo de Colorado, Estados Unidos. La habitación parece un gran altar. Sobre la cama, la mujer está dentro de una bolsa de dormir. Alrededor, decenas de luces navideñas que titilan y velas que arden. Sólo asoma su cara. Alguien la maquilló con mucho glitter. Su piel es azul grisácea, como si hubiera salido de una escena de Avatar. Es Madre Dios. Y lleva muerta más de doce días.

Por infobae.com





Según ella y sus seguidores se trataba de una divinidad en la tierra. Tenía 19.000 millones de años de edad y lideraba el culto religioso Love Has Won. En vidas anteriores había reencarnado en Juana de Arco, Marilyn Monroe y Jesús, entre otros. Sus seguidores seguían a través de las redes sus enseñanzas y consejos. Un grupo pequeño, que fluctuaba entre 12 y 25 personas, vivía con ella. Solía recibir mensajes de Los Galácticos, un grupo de muertos célebres que se comunicaban con ella. El de mayor jerarquía en esa escala fantasmagórica era Robin Williams, que desde su suicidio enviaba mensajes y hasta daba órdenes con constancia. Y se esperaba que el cómico fuera quien bajara a la tierra, en una astronave comandada por John Lennon, a buscar el cuerpo de la mujer.

La serie sobre la secta

El caso de Madre Dios y el culto que mantuvo durante ocho años es el tema de Love Has Won: El Culto a Madre Dios, una excelente miniserie documental que hace unas semanas subió HBO Max. Dirigida por Hannah Olson, sin un narrador en off y a través de testimonios actuales de integrantes de la secta, familiares, policías y con imágenes de la líder que tomaban sus discípulos y eran compartidas por internet, cuenta esta historia que mezcla el delirio con lo truculento, el exceso con el desamparo, la religión con la superstición, la investigación racional con las teorías conspiratorias, el alcohol y las pseudociencias con la necrofilia.

Madre Dios, antes, había sido Amy Carlson, una mujer que nació en Dallas en 1975. Fue una buena estudiante en el colegio. Tuvo su primer hijo a los 20. El padre no lo reconoció. En pocos años tuvo otros dos hijos con otros dos padres diferentes. Las parejas no resultaron. Comenzó a trabajar con denuedo para mantener a los chicos. En poco tiempo llegó a ser gerente de un local de McDonalds. Parecía que de a poco todo se iba asentando. En sus ratos libres buscó sosiego espiritual en internet. No le bastaban los libros new age que le habían recomendado. Leyó, vio videos, siguió diferentes gurúes. Hasta que en 2007 se contactó con Amerith WhiteEagle, un influencer (tal vez todavía no se utilizaba esa clasificación) espiritual con el physique du rol perfecto: pelo largo blanco, barba larga blanca, túnica, no demasiado pulcro, con un leve aire de desorientación en la mirada y hablar pausado, en un tono entre condescendiente, bobalicón y cínico. Ella comentó sus videos de internet, participó en sus foros, hablaron por privado. Una noche de 2007, mientras cenaba con su madre y sus hermanas, Amy se levantó de la mesa sin decir nada. No volvió nunca más. Dejó atrás a sus tres hijos y al resto de su familia, su trabajo, su mundo anterior. A partir de ese momento ya no volvería a ser Amy Carlson. Pasó a ser Madre Dios.

Padre Dios era Amerith, que se convirtió también en su pareja. Pero sería el primer Padre Dios de muchos. Cada vez que ella cambiaba de amor, se modificaba la deidad. Amerith dice en el documental que partir de ese momento: “Ella fue más Dios que el resto de los Dioses”.

Amy comenzó a multiplicar su actividad en internet. Eso trajo que sus seguidores crecieran exponencialmente. Algunos comenzaron a vivir en comunidad con ella. Uno de sus primeros seguidores, Miguel, era contador y venía de tener trabajos corporativos. A partir de ese momento se convirtió en el hombre que manejó las donaciones y los fondos de la comunidad.

La secta del streaming

Al revés que en otros cultos acá la mayoría de las cosas eran visibles para todos durante gran parte del día. Decidieron hacer streamings permanentes. Una especie de Gran Hermano de una secta. En esas transmisiones, casi perpetuas, Madre Dios daba largas charlas, y sus acólitos vendían sesiones privadas y una serie de productos e implementos que acercarían a los seguidores a la salvación. Velas, aceites, supuestos suplementos vitamínicos, dispositivos mágicos y plata coloidal, un líquido con fragmentos de plata que curaba todos los males imaginables.

Una de las bases de las prédicas, más allá de algunos conceptos de las religiones monoteístas, del new age y de las corrientes espirituales en boga desde la explosión del hipismo, eran las teorías conspiranoicas. Eran negacionistas del Holocausto, víctimas de un gran boicot mundial, trumpistas y afirmaban que las virtudes y facultades todo poderosas de la plata coloidal eran negadas e invisibilizadas por el establishment porque llevarían a la extinción de una de sus industrias más poderosas, la farmacéutica.

La líder hablaba (¿pontificaba?) diariamente a sus discípulos y sus palabras eran transmitidas en vivo. Hablaba de “Nuevos Paradigmas”. Decía que “Todo se estaba transformando todo el tiempo”, que “Había que unirse a los lazos energéticos”, o que “Todos debían rendirse a la luz”. Sus frases no decían nada demasiado específico ni revelador. Lo que llamaba la atención era el clima que había en la casa. Gente joven, muchas chicas hermosas, sonrisas, alcohol y drogas todo el día. Eso atrajo a mucha gente sin importar demasiado la doctrina que Madre Dios pregonaba.

Sus discípulos anotaban en frondosos cuadernos cada palabra y cada movimiento de Madre Dios. Desde la transcripción palabra por palabra de sus homilías alucinadas hasta cada alimento que ingería o las veces que bostezaba en medio de una reunión. El acopio, se supone, tenía la intención de registrar la cotidianeidad y el pensamiento de la mujer que ellos creían una divinidad, sus propios evangelios.

El servicio premium que ofrecían eran las intervenciones espirituales. Sesiones curativas privadas que hacía la líder vía internet. Realizaba varias por día en horarios disímiles. Ella las llamaba cirugías espirituales.

A las acusaciones de que eran una secta, les respondían con dureza que se trataba de ataques machistas porque era la primera vez que había una mujer dios, que hasta ese momento la máxima divinidad de las religiones era un hombre.

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