“Sauna”: la “otra” sociedad de la nieve

“Sauna”: la “otra” sociedad de la nieve

“Sauna”: la “otra” sociedad de la nieve FILMIN

 

Durante un instante, en el monumento a la verdad que construye la directora estonia Anna Hints con el documental «Sauna» (“Smoke Sauna Sisterhood”), nos llegamos a olvidar del contexto: una mujer, sin rostro porque podría ser (y es, de hecho) cualquiera, y con la carne rosada de puro contraste climático, narra un traumático episodio de agresión sexual, ante la atenta mirada y comprensión empática de las suyas, de sus amigas y pares. «Cuando pienso en la idea para la película, pienso en cuando tenía 11 años. Mi abuelo acababa de morir y su cuerpo estaba siendo velado en casa, así que fuimos con mi abuela, mi madre y mi tía a una sauna de humo tradicional. Es habitual que las familias hagan esto, como para empezar a escribir un nuevo capítulo de sus vidas en duelo. Allí mi abuela nos contó que mi abuelo le había sido infiel en muchísimas ocasiones, con la misma mujer, y lo que ello le había dolido. Es como si, una vez fallecido, se hubiera podido deshacer por fin de la carga mental que esa infidelidad le suponía. Eran sentimientos de rabia, vergüenza, celos… Saliendo de la sauna, cuando nos estábamos vistiendo, me di cuenta de que mi abuela era otra, que de un modo u otro había hecho las paces con lo que significó mi abuelo en su vida y estaba lista para despedirse. Dejó todos los malos sentimientos allí dentro. Al día siguiente le pudimos enterrar en paz», explica sincera la realizadora a LA RAZÓN.

Por larazon.es





Y es que en su ópera prima, estrenada en el último Festival de Sundance y ya en cines españoles de la mano de Filmin (donde estará disponible próximamente), Hints no solo hace un estudio etnográfico de la tradición de la sauna báltica, sino que también es capaz de universalizar el relato a través de los testimonios, más y menos triviales, de la hermandad que allí se reúne a limpiarse todo. «No tuve que convencer a nadie para salir en el documental. Esa fue una de las metas, desde que me empecé a acercar a ellas. Convencerlas sería coaccionarlas de algún modo a que hicieran lo que yo quería que hicieran delante de la cámara. Sabía que la única forma en la que esto podía salir adelante era con sus voces. Como directora, lo que creas, el espacio en el que ocurre tu cine, es lo más importante. Lo primero que hice fue acercarme a las asociaciones, a las dirigentes de las hermandades para entender su punto de vista y cómo se desarrollaban sus relaciones y conversaciones. Eso me permitió tener un acceso único, porque confiaron en mí. Pero una cosa es que te cuenten sus historias y otra que lo hagan delante de una cámara. Así que fui transparente desde un primer momento, honesta acerca del nivel de intimidad que quería alcanzar», completa Hints, quien asumió el riesgo de no firmar ningún contrato de uso de imágenes con las mujeres que aparecen, quienes luego aprobarían todo ya en montaje.

La gran mentira de la objetividad en el documental

Levantada como una particular sociedad de la nieve, en mitad de la nada pero hablando para los oídos inquietos de todo aquel capaz de sentirse humano, «Sauna» es, en último término, un alegato contra la cosificación: «Tenía mucho miedo de la representación de los cuerpos femeninos. Para mí, y para cualquiera que conozca la cultura báltica de las saunas de humo, no hay nada sexual en ello, pero estás filmando a mujeres desnudas. Y como mujeres desnudas, sus cuerpos siempre serán sexualizados. El cine no nos ha hecho ningún favor, tampoco. Junto a la directora de fotografía, nos encerramos para encontrar el lenguaje visual que íbamos a usar. Yo hice de modelo, hicimos muchas pruebas con mi cuerpo, para no sexualizar, para que la mirada pasara más por lo humano que por lo sexual o lo carnal. Mis límites no serían menores que los de las mujeres, eso siempre lo tuve claro, así que esa fue mi manera de protegerlas», explica la realizadora, sobre la vulnerabilidad física, antes de continuar: No me imagino habiendo hecho el documental de otra manera que no fuera desde la empatía, y es contrario a todo lo que te enseñan en las escuelas de cine. Y, como pasó tanto tiempo entre el rodaje y el montaje, muchas mujeres fueron llamándome para colaborar. Al final, el sureste de Estonia no es tan grande y todos nos conocemos. Y ese boca a boca, en realidad, fue lo que me mostró que iba por el camino correcto, que había conseguido la confianza absoluta por parte de esas mujeres», añade.

 

 

Preguntada por la intervención cinematográfica, esa misma que ha desplazado el término “documental” hasta la “no ficción”, mucho más laxa pero también más sincera, Hints lo tiene claro: «Esa confianza, esa manera de encontrar la verdad tiene que empezar mucho antes del rodaje. Esa es la clave. Si lo dejas todo para el rodaje, no va a funcionar. Todo el proceso es lo que es importante, y eso es lo que me gustaría seguir explorando como directora. Por ejemplo, y teniendo un grado en Fotografía, te puedo decir que no existe un acercamiento objetivo a ninguna realidad. Por eso no creo en los conceptos de omnisciencia, o al menos del modo tradicional. En el momento en el que plantas una cámara, todo se vuelve subjetivo, porque el propio hecho filmado lo es al dejar de filmar otros ángulos, otras perspectivas. La subjetividad es, de hecho, lo que engrandece el cine. Y la objetividad la empequeñece, la hace peligrosa, porque es básicamente mentira», completa meridiana.

Y se despide: «Quizá, muchas de las historias que se oyen no se contaron hasta la tercera hora. El proceso es la única receta para el éxito, para que los milagros ocurran. Lo que busco en el arte, especialmente en las películas, es que todo respire, que todo esté vivo. Y eso puede estar adscrito a cualquier género, no tiene por qué ser documental. Como directora tienes que crear esos espacios. Hay documentales que están muertos, tiene muy poco que ver con la imagen. No hay un solo documental objetivo. O al menos ninguno bueno».