Adolf Hitler lo quiso matar: la extraña paradoja de Rudolf Steiner, esoterista que dividió a los nazis

Adolf Hitler lo quiso matar: la extraña paradoja de Rudolf Steiner, esoterista que dividió a los nazis

Rudolf Steiner fue, entre otras cosas, filósofo y fundador de una nueva escuela de raíces ocultistas, la Sociedad Antroposófica. (Photo by Fine Art Images/Heritage Images/Getty Images)

 

 

Cuando tenía solo nueve años, al niño Rudolf Steiner se le apareció el espíritu de una tía que vivía en un pueblo lejano y le pidió ayuda, o por lo menos eso creyó él. Días después llegó a su casa en el pueblo de Neudörfl una carta que informaba a la familia que esa tía había muerto. Desde ese momento, el niño que se convertiría en hombre y crearía la Antroposofía se convenció de que en su interior llevaba un misterioso conocimiento del mundo espiritual.

Por Daniel Cecchini | Infobae

Intuición, premonición, clarividencia, comunicación con el plano espiritual… a esa edad el niño no supo cómo llamar a ese extraño fenómeno, pero años más tarde lo expresó así: “Sentó que uno debe llevar el conocimiento del mundo espiritual dentro de sí mismo, a la manera de la geometría, pues aquí se le permite a uno conocer algo que sólo la mente, a través de su propio poder, experimenta. En este sentimiento encontré la justificación para el mundo espiritual que experimenté, un mundo ‘que no se ve’”.

Más de medio siglo después de aquel día revelador de 1870, Rudolf Steiner, tuvo otra de esas vivencias: que un grupo de nazis intentaría matarlo. Corría 1922 y el partido que llevaría a Adolf Hitler al poder era un grupo político todavía marginal, pero la prédica encendida de su jefe y algunas acciones violentas lo estaban haciendo visible para la sociedad alemana.

Adolf Hitler detestaba a Steiner porque sus ideas esotéricas se interponían con su propia idea del esoterismo a través de la Sociedad Thule. Junto a él su segundo, Rudolf Hess, que sostenía a Steiner.

 

Para entonces, Steiner era una figura ampliamente conocida en Alemania, Austria y muchos otros países europeos. Su obra era polifacética y abarcaba la crítica literaria y la filosofía tradicional pero también el esoterismo y la teosofía; había incursionado también en la educación, la arquitectura, la proposición de reformas sociales, la medicina y la agricultura, aunque se lo reconocía sobre todo como el fundador de una nueva escuela de raíces ocultistas, la Sociedad Antroposófica.

Los postulados de Steiner tenían impacto en la dirigencia nazi, muy permeable a las teorías ocultistas, pero también generaban polémicas. Hitler las considerada odiosas por percibirlas opuestas al sustrato esotérico de sus políticas, y su segundo de entonces, Rudolf Hess, no solo creía en ellos sino que admiraba a su autor. En la cúpula del partido, esa división se repetía.

Hess hacía propias proposiciones como la que el fundador de la antroposofía había planteado en 1910, cuando afirmó que los pueblos germánicos y nórdicos pertenecían al mismo grupo étnico, la raza aria, y denunció “la atroz brutalidad cultural que fue el reasentamiento de negros en Europa, (que) hace retroceder al pueblo francés en tanto raza”

Ese tipo de ideas también coincidía con las de Hitler, pero el futuro führer no dudaba en despotricar contra Steiner en las reuniones de la cúpula del partido, donde incluso lo acusaba de haber hecho “magia negra” para trastornar el equilibrio mental del general Helmuth von Moltke, jefe supremo del ejército alemán en el período crítico de la invasión de Bélgica y Francia en 1914, con lo que de manera indirecta lo responsabilizaba de la derrota en la guerra. También, en un artículo del periódico de ultraderecha Völkischer Beobachte, lo acusó de ser un “instrumento de los judíos”.

Pero las razones de fondo que tenía Hitler para detestar al creador de la Sociedad Antroposófica eran de raíz más oscura. Quería preservar a su propio sostén esotérico, la Sociedad Thule, un grupo ocultista y racista creado por Rudolf von Sebottendorff que postulaba la superioridad de la raza aria, cuya origen procedía de un continente perdido, quizás la Atlántida.

Uno de los colaboradores de Hitler, Dietrich Eckart “había identificado a Rudolf Steiner como la figura central de un extenso círculo de iniciados en el Grial, que habían descubierto la naturaleza satánica del Grupo Thule y observaban todas sus reuniones y sus rituales de iniciación desde el plano astral. Eckart estaba convencido de que nada escapaba a las penetrantes facultades ocultistas de Steiner. Y dado que Steiner no ocultaba su intención de advertir a Alemania acerca de las metas secretas del partido nazi, había sido colocado a la cabeza de la lista de víctimas que debían ser liquidadas de inmediato por los asesinos del Thule”, sostiene Trevor Rovenskraf en su libro “Hitler, la conspiración de las tinieblas”.

Ante ese peligro, Hitler y la Sociedad Thule decidieron sacarlo de la escena a su manera, eliminándolo.

Uno de los símbolos de la sociedad Thule era el “sol negro”

 

El plan para matar a Steiner era sencillo. El grupo comando encargado de hacerlo sabía fecha y hora en que abordaría un tren con destino a Basilea en la estación de Múnich. Cuando el fundador de la Sociedad Atroposófica se ubicara en su asiento, los asesinos irrumpirían en el vagón y le vaciarían los dos cargadores de una escopeta de cañones recortados a pocos centímetros de la cara. Después, aprovecharían la sorpresa y la conmoción para escapar de la estación.

Poco antes de viajar, Steiner tuvo una visión de su muerte en la estación, similar a la que de niño había experimentado con la muerte de su tía. Sin embargo, decidió seguir adelante con el viaje porque no quería oponerse a su destino.

“Más tarde admitió que sabía que aquella mañana intentarían asesinarlo, pero que había rechazado cancelar su viaje, porque sólo había sido advertido del atentado a través de sus facultades ocultistas. De acuerdo con su código moral, intentar evitar los acontecimientos que debían producirse a través de métodos ocultistas era magia negra. Por esta razón, no tomó ninguna precaución para protegerse”, escribe Rovenskraf en su libro.

Lo que su visión no le anticipó fue que, con métodos muy terrenales, uno de sus colaboradores le salvaría la vida. El hombre se llamaba Walter Johannes Stein y tenía información de primera mano sobre el atentado que preparaba el grupo comando de Thule.

“Steiner se habría precipitado a una muerte rápida y cruenta aquella mañana de 1922 si no hubiera sido por la oportuna llegada de Walter Johannes Stein y algunos de sus hombres. Stein tenía un infiltrado en la Sociedad Thule, y conocía todos los detalles del plan de asesinato. Ahora Rudolf Steiner se sentía justificado para marcharse de allí lo antes posible, y sus amigos le rodearon por todos los lados mientras se apresuraba a salir de la estación. Aquella misma noche lo llevaron a Suiza y nunca volvió a pisar Múnich”, cuenta el autor de “Hitler, la conspiración de las tinieblas”.

Steiner estaba a salvo, pero su Sociedad Antroposófica en Alemania no.

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