León Sarcos: El desconcertante rostro de la incertidumbre

León Sarcos: El desconcertante rostro de la incertidumbre

Vatzlav Nijinsky (1890-1950), uno de los más grandes bailarines y coreógrafo ruso, nacido en Kiev, hoy Ucrania, de origen polaco, escribió unas notas, consideradas fragmentos, de un diario personal traducido al español por nuestro querido Rafael Cadenas, con un primer párrafo introductorio que dice: 

El diario de Vatzlav Nijinsky exige cautela por parte del lector, pues en este libro encontramos su pasión por la danza, su fuerte religiosidad, pero también su locura. Todo ello entremezclado. De cada uno de estos rasgos hay abundantes muestras en sus páginas y son ellos los que hacen del Diario un valioso y conmovedor documento humano. Prometo al lector no cuidarme de su locura.





Al principio fue la danza

Algunas bellas frases u oraciones cortas de ese Diario, me han servido de motivación personal para explicar el presente título y, en particular, cómo siento el mundo en el que hoy vivimos; debe quedar claro que abandono los libros y las ideas y me entrego en los brazos de la tierra (Dionisos) y a las elevaciones naturales del espíritu (Apolo) para expresar lo que siento.

Escribiré, no inspirado o siguiendo la huella de lo que me dice la historia o me sugieren los estrategas en geopolítica, los militares, los políticos, los académicos, los filósofos o los teólogos; en fin, los entendidos. Quiero escribir sintiendo en cada letra la virtuosa sensación de que tengo a mi lado a uno de los precursores de la técnica de la punta de pie y mago de los saltos que parecían desafiar la gravedad.

Y escucho a lo lejos la serena reflexión de Serge Lifar, quien parafrasea al evangelista Juan: En el principio era la Danza, y la Danza era el Ritmo. Y la Danza estaba en el Ritmo. En el principio era el Ritmo, todo ha sido hecho por él, y sin él nada ha sido hecho. La danza es la más y menos perfecta de las artes… En arte, lo que vale es su verdadera metafísica y estética; las emociones que suscita.

El sentir del amor

Cuando Nijinski afirma –no se sabe si antes de perder la razón o después–: Mi esposa me adoraba por encima de todas las cosas, pero no me sentía… Ella piensa mucho y por lo tanto no tiene bastante sentimiento. En ese mismo instante supe que no sabemos mucho acerca del amor, y que el ser humano en su sentir es infinito, múltiple y aún por muchos siglos inaccesible a las muchas máscaras que asume su alma. Nadie conoce de cuerpo entero al otro y a los otros, son tantos los habitantes del yo que algunos se muestran, pero la mayoría permanece oculto. 

El oficio del artista consiste en acceder a esas partes oscuras, y extraerlas, para tallarlas en bellos diamantes. Es un proceso duro y difícil como el del escultor, que requiere de tiempo y paciencia, porque es muy frágil y casi invisible la línea que separa lo posible de lo imposible, lo real de lo ficticio y la razón de la sinrazón; esta última compuesta de dos elementos primarios: la pérdida de la noción artificial de pasado y futuro, acompañada de manera simultánea de una estrepitosa impaciencia. 

El amor, como lo conocíamos hasta ayer, ha muerto. Eros fue obligado a marchar al exilio, y al irse, la pareja se volvió un amasijo de carne que hace striptease para un amante común –exclusivo para cada uno de los seres humanos– llamado smartphone. No distingue, no pregunta, no duerme, solo consume energía como el otro amante inteligente que ya está aquí para sustituir al ser humano en el trabajo y hacer que el hombre viva de subsidios, programado, como lo hacen en las repúblicas socialistas.

Tiempos inciertos

Siento, como la mayoría de los habitantes del planeta, que estoy confundido. Mucha sobreinformación contradictoria; violencia, crueldad y desnudez llegan a través de mis ojos y oídos, y hacen de mí un solitario, desguarnecido, bajo una lluvia indiscriminada de imágenes y voces; entonces, necesariamente debo recurrir a defenderme, con impresiones paraguas, de los destellos relámpagos que anuncian hechos y situaciones que mi razón percibe desproporcionadas, caprichosas e interesadas. Y me obligan a apreciarlas como realmente las siento. Debo aclarar, impresión no es luz, es una imagen de una estrella lejana del espíritu, una señal ilusoria que debo completar o armar, como un rompecabezas, a partir de lo que siento. 

Por eso experimento una sensación muy íntima que, por primera vez en este siglo me habla: estamos al borde de una Gran Guerra que, estoy seguro será más destructiva y letal que todas las anteriores; volverá a comenzar por Europa y progresivamente irá sumando aliados a cada bando, hasta que unos exterminen a los otros o llegue el fin de esta civilización.

La condición humana

Vuelvo a Nijinski y a su delicada condición humana: No me gusta la filosofía porque es un capricho de gente echada a perder –supongo a Nietzsche–.  Yo no soy Schopenhauer. Soy Nijinsky. Soy aquel que muere cuando no es amado.

Siento que la filosofía es importante para discernir sobre el sentido primero y último de la vida; obligada lectura, pero no de mi preferencia. Hay una escena que se repite en la vida de dos seres humanos geniales, cada uno en el arte que le tocó trabajar: Charles Chaplin y Elías Canetti. En ambas vidas se reproduce la sensación de aflicción y consumada tristeza que les provocaba, de niños, ver a una oveja rumbo al matadero. 

Toda vida animal importa, desde una mariposa hasta un escorpión. Toda vida animal nos recuerda lo frágil, finito y efímero de nuestra vida. Pero es obligada la demarcación que hace la madre de Canetti a este cuando llora por la oveja: En la medida en que sufras y te importen igual los animales, irás perdiendo la sensibilidad por lo que les pase a los seres humanos. Y así acontece para presentarnos a los otros: un retrato que evoca el cuadro de Mujer con perro de Pablo Picasso, solo que a la pintura habría que agregarle el teléfono digital, sin el cual es imposible hoy la vida de la gente común y la de la que no lo es también.

Un giro a la fraternidad

Si en una única cosa he comulgado con el Papa Francisco, es en la necesidad de abrazar la fraternidad; verdadera elevación del ser humano para completar la triada pendiente de la Revolución Francesa y a la que nadie, solo él hasta hoy, ha mencionado con fuerza de credo, lo que considero un gran acierto; pero para ir hacia ella lo primero que tenemos que abandonar es toda la indumentaria tecnológica que nos acompaña, dejándola para el uso selectivo, necesario e indispensable; moderar y regular la voracidad del consumo de los que viven a fuerza de antojos y que solo tienen la cabeza para albergar piojos; y luchar por la paz perpetua a toda costa. Esas son las penitencias, más o menos similares, con las que amenaza Francisco.

Siento que al feo temporal de la historia que anuncia la guerra y la imposición absoluta de la tecnología, debemos insistir en descubrirnos interiormente. El triunfo de la inteligencia artificial, según los entendidos, liquidará la mano de obra e incrementará las diferencias entre una elite que lo controla todo a través de la ciencia y la tecnología y unos parias miserables, que esperarán subsidios y tarjeta de racionamiento, al mejor estilo cubano. 

El anuncio de la esclavitud tecnológica

Como las ovejas, los seres humanos marchan inocentemente a la esclavitud de la ciencia y la tecnología. La contracultura parte de una crítica a la tecnocracia, que ha creado un sistema social en el que las sociedades industriales capitalistas y socialistas han llegado a una convergencia.

Los jóvenes que encabezaron la rebelión de los sesenta buscaban un nuevo principio de realidad frente a valores impuestos por un sistema. Se trataba de un esfuerzo de expansión mental, de una exploración de todos los rincones de la vida espiritual del ser humano, con especial atención sobre los aspectos no racionales. Se equivocaron en la instrumentación con el uso indiscriminado de las drogas, pero dieron importantes luces a la humanidad futura con la necesidad que tiene el ser humano de autodescubrirse individual y colectivamente. 

Por eso la representación de lo que se llamó contracultura, ante la explotación política impuesta por la tecnocracia, se preguntaba en alta voz: ¿quién tiene derecho a definir el significado de negro y blanco, de masculino y femenino, de joven y viejo, de loco y cuerdo? ¿Qué autoridad nos asigna tales roles?  ¿A qué intereses sirve el que interpretemos esos guiones ya preparados? ¿Cuándo nos apoderaremos de nuestras propias vidas, para vivirlas, para hacer con ella lo que decidamos?… Educación para la estética, tomando a Schiller y erotización global siguiendo a Marcuse.

Enemigos que hay que combatir: las grandes empresas transnacionales productoras indiscriminadas de nuevas tecnologías y armamentos para la guerra, especialmente las armas nucleares, el consumismo, el Estado socialista, populista y totalitario, el militarismo, las ideologías, los dogmatismos de cualquier signo, la tecnocracia, el burocratismo y los fanáticos nacionalistas de nuevo cuño.

La contracultura rechaza que el conocimiento científico sea la única forma de conocimiento real, y la crítica a la tecnocracia es una negativa a la afirmación de que existe un consenso social básico sobre los objetivos últimos que debe perseguir la acción colectiva en las sociedades, así como la forma de dominación –justificada en la eficacia técnica– a que toda ella da lugar. La actual tecnología aparece como la victoria de la razón instrumental.

La diversidad que somos

Yo lo entiendo –a Diaghilev– y por lo tanto lo reto a una corrida de toros. Yo soy el toro, un toro herido. Soy Dios en el toro. Soy Apis. Soy un egipcio. Soy un indio. Soy una piel roja. Soy un negro. Soy un chino. Soy un japonés. Soy un extranjero, un extraño. Soy un pájaro de mar. Soy un pájaro de tierra. Soy el árbol de Tolstoi.

No hemos avanzado mucho en el desarrollo humano. Después de la Segunda Guerra –luego de un resurgir del humanismo que tuvo su expresión en movimientos de corte socio-político y cultural que abogaban por la paz y los derechos civiles de las minorías–, vendrá el triunfo de la globalización, de dominio del capitalismo estadounidense, de la democracia liberal y de la universalización de internet.

Por otro lado, se iniciará un proceso de descomposición geopolítica, y una nueva restructuración del poder mundial, debido fundamentalmente al resurgimiento de los autoritarismos populistas y de los nacionalismos más recalcitrantes, que amenazan con arrasarlo todo y a todos.

Hoy el mundo es más plural, los países más autónomos y movidos por sus propios intereses, más que por sentimientos principistas de apego a la democracia liberal y a los derechos humanos. Nadie quiere guerra y todo el mundo se prepara para la guerra. Mi sentir es que en la guerra entre rusos y ucranianos pronto habrá un vencedor, que no será precisamente el aliado de occidente: Ucrania, a la que había que defender a sangre y fuego a tiempo completo y en su momento; no ahora, cuando prácticamente la victoria es de los rusos.

Yo no puedo llorar y derramar lágrimas sobre todo lo que escribo, pero lloro dentro de mí, confiesa Nijinsky. Fue tanta la incertidumbre por tanto tiempo y la sentíamos tan sola. Pensamos mucho para tomar decisiones que debieron ser tomadas ayer. Acontece algo similar –guardando las proporciones– a lo que ocurrió en el pasado con lo que hacía Alemania con los judíos: nadie sabía lo que estaba pasando y todos lo sabían. Menos la inocente Ana Frank.

Los métodos de castigo de los estadounidenses a sus contrarios son fácilmente vulnerables por los gobernantes inescrupulosos. Los americanos son tan decentes y a la vez tan ingenuos que juzgan los pecados de sus enemigos con sus mismos patrones morales. Olvidan que la experiencia en ilícitos de los gobiernos forajidos y su alianza con las organizaciones criminales y los enemigos de aquella gran nación, les permiten reírse en su cara y recordarle a cada instante que no tienen la misma influencia que antes en el planeta. Si no es así, entonces es peor, porque están perdiendo también la batalla propagandística en las redes. 

La cruel incertidumbre.

Mi esposa no está dormida y yo también estoy despierto. Ella piensa y yo siento. Temo por ella. Nijinsky. Siempre he sentido que unas personas –nunca he encontrado una explicación satisfactoria– sienten mucho más, muchísimo más lejos y con mucha más intensidad que otras. Pueden, a partir de sentir lo imaginado real y vívido, hacerlo sentir exactamente a la persona que desean.

El problema es que cuando hay información desproporcionada y contradictoria de distinta naturaleza, relatos, crónicas, bulos, el ser humano, siendo muy inteligente, debe hacer un esfuerzo sobrehumano para poder estructurar un evento, debido a la falta de señales o la convergencia de muchas de ellas de distinta procedencia, diferentes motivos e intenciones. Ello provoca incertidumbre al no poder armar una respuesta lo más cercana a los hechos que habrán de ocurrir. 

La incertidumbre es un fruto perverso de la distorsión de la realidad manipulada hoy por las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, generalmente para fines oscuros de control de poder, intereses ideológicos enfermizos o lograr objetivos políticos, geopolíticos, económicos y financieros.

La incertidumbre es una de las palabras más polisémicas utilizadas por los científicos sociales a la hora de atreverse a imaginar el futuro. Hay incertidumbre sobre la disputa con Guyana. Hay incertidumbre con el futuro de Ucrania. Hay incertidumbre con el porvenir de Taiwán. Hay incertidumbre con el proceso electoral de Venezuela. Hay incertidumbre con el resultado de las elecciones estadounidenses. Existe mucha incertidumbre con la Inteligencia Artificial. Da la impresión de que todos los eventos importantes del mundo fueran cajas de Pandora, con contenidos nada alentadores para los seres humanos de almas nobles.

Una amiga muy querida me preguntó qué esperaba de las elecciones del 28 de julio en Venezuela. Solo pude responderle, piensa en lo más perverso que pueda hacer el régimen: eliminar al candidato o suspender las elecciones. Y simultáneamente reflexiona sobre la mejor actuación y la peor que ha tenido la oposición en los últimos diez años. Elabora ahora tus propios escenarios.

Tito Livio, historiador romano (59 a.C–17 d.C), dijo: Mejor cosa y más segura es una paz cierta que una victoria esperada. Una está en tus manos; la otra, en la de los dioses. En el caso nuestro, venezolano, la paz cierta está en manos del gobierno; la victoria de la oposición, en manos de los ciudadanos y de Dios.

León Sarcos, mayo 2024.

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Les mostré, a los parisinos, algunos de mis dibujos porque quería que los sintieran, pero me di cuenta de que solo podían pensar, y me fui, llorando interiormente a casa. Vatzlav Nijinsky.