El pueblo wayuu, víctima del conflicto entre las empresas y su tradición indígena

El pueblo wayuu, víctima del conflicto entre las empresas y su tradición indígena

El antropólogo colombiano de origen wayuu Weildler Guerra denuncia el conflicto de intereses entre las empresas y la comunidad indígena wayuu, e insta a “tener un modelo asociativo en el cual la nación, los indígenas, las empresas, se pudieran beneficiar”.

En una entrevista a EFE, el también docente y miembro de la Academia de Historia de Colombia relata que los proyectos mineros y los planes de energía verde amenazan con modificar el entorno medioambiental de la zona de la Guajira (norte de Colombia en la costa del Caribe), donde vive este pueblo, y lamenta la falta de iniciativa de las corporaciones para dialogar con los grupos indígenas.





Este territorio, en el que habitan entre 800.000 y 900.000 indígenas wayuu y que en los últimos años se ha enfrentado a los efectos devastadores de la sequía, cuenta con un sinfín de lugares sagrados, “intocables” para la población autóctona.

Existe un conflicto entre los intereses empresariales en busca de beneficios económicos y la tradición indígena. “Se trata de que los vientos para los Wayuu son personas y para las empresas son masas de aire caliente, inertes, inanimadas”, explica Guerra, quien se encuentra en Madrid para presentar su trabajo en la 83ª Feria del Libro de la capital.

Para la tradición wayuu, plantas, ríos, vientos y seres humanos se encuentran todos al mismo nivel: “Se trata de seres con capacidad de conciencia, reflexividad e intencionalidad, e incluso pueden estar dotados de un código moral”, dice el colombiano.

Guerra señala que no existe una voluntad de colaboración de los grupos empresariales hacia la comunidad wayuu para llegar a acuerdos que respeten sus derechos territoriales y apunta que estas compañías no ven a las poblaciones indígenas como “agentes económicos legítimos”, sino como “seres dignos de caridad”.

La necesidad de autonomía

“La necesidad más importante es la autonomía”, asevera el docente sobre las necesidades del pueblo wayuu.

También asegura que, si bien es importante reconocer que hay un marco constitucional desde 1991 que en Colombia reconoce muchos derechos a las poblaciones indígenas –en materia de recursos presupuestales y participación en el Congreso–, su implementación ha llevado una injerencia mayor del Estado en las decisiones de la vida indígena.

“Una autoridad tradicional indígena lo es solo si el Ministerio del Interior la reconoce. Entonces, esto es recortar la autonomía detrás de la autonomía. Es una de esas trampas de las conquistas sociales de los pueblos indígenas que tienen detrás estos efectos”, advierte Guerra.

La inclusión wayuu en el sistema colombiano

Las relaciones entre el Estado colombiano y el pueblo wayuu se iniciaron en el siglo XVI después de la inserción de la comunidad indígena en el sistema colonial.

Guerra se refiere a los wayuu como un pueblo “receptivo a innovaciones tecnológicas constantes a lo largo de los siglos” y valora el papel transformador del celular al que en idioma wayuunaiki se refieren como “el chismoso”.

“Muchos wayuu de hoy son médicos, ingenieros, docentes universitarios, viven en un universo social, económico y comunicacional más complejo que el de sus mayores”, dice Guerra con respecto al nivel de inserción de las poblaciones wayuu en el sistema colombiano. EFE